martes, 6 de octubre de 2009

El icono de la Trinidad


Este icono fue pintado por Roublev entre 1422 y 1427. Se inspiró en lo que podemos llamar la revelación veterotestamentaria de la Trinidad, es decir, en el pasaje del Gen. 18, 1-10, conocido como "La hospitalidad de Abraham". En su obra, Roublev ha desplazado el tema: la hospitalidad de Abraham se ha transformado en una contemplación silenciosa del Dios trinitario que se ha aproximado al hombre.

Disfrutemos la belleza de los tres personajes, a la vez muy semejantes y muy diferentes. Sus rostros, tan bellos, graves y graciosos a la vez. Se asemejan entre sí: nariz larga y fina, boca estrecha, mentón muy pequeño, cejas ligeramente arqueadas. Roublev ha querido representar tres ángeles a la vez muy semejantes y muy diferentes. Pensando en las Personas divinas, ha querido subrayar su igualdad, su común divinidad, y a la vez, la unicidad de cada Persona. Cada uno se parece al otro, y, sin embargo, cada uno posee su especificidad.

Los tres personajes configuran un círculo. Pero es más propio hablar de un movimiento circular entre ellos, sugerido por sus miradas, por el juego de sus manos, por la inclinación de sus cabezas.

El centro de los tres personajes es la copa, que atrae claramente nuestra mirada. Esta centralidad indica que el tema de la conversación divina no puede ser otro que la copa. La tradición es unánime en afirmar que esta copa es la copa eucarística.

En su eternidad inaccesible, el Dios Trinitario conversa alrededor de una Copa en la que converge la Bondad sobreabundante de su Corazón.

Para aproximarnos más al coloquio divino, es necesario identificar a los ángeles, optamos por una interpretación sólida y coherente: el ángel central simboliza al Padre; el ángel a su derecha (por lo tanto a nuestra izquierda) es el Espíritu Santo; el ángel a su izquierda (a nuestra derecha) es el Hijo.

El padre está vuelto hacia el Hijo, su Hijo bienamado, en quien se complace. A la vez, su cabeza vuelta hacia el Espíritu significa que le confía una misión: la de guiar a su Hijo en su camino hasta la cruz. La mirada serena y firme del Espíritu, dirigida al ángel de la derecha, le está diciendo al Hijo que lo sostendrá a lo largo de su itinerario.

Completando el silencioso coloquio, la mano derecha del Padre y del Espíritu se dirigen hacia el Hijo y hacia la Copa, realizando un gesto de bendición. Los dos designan a Cristo y son garantes de su misión, dan testimonio de él.

Se puede decir, entonces, que el Padre habla del Hijo al Espíritu, y que ambos dan testimonio de que es el Enviado, incluso y sobre todo en la Pasión, anunciada en la copa.

La copa sobre la mesa está en el Corazón de los tres ángeles. Y esa mesa, que es un altar, aparece abierta del lado del espectador, como si la copa nos fuese ofrecida: es necesario tomar la copa eucarística para entrar en el Misterio de Dios. "Si no beben la sangre del Hijo del Hombre no tendrán vida en ustedes" (Jn 6, 53).


La glorificación de la Trinidad
Instituto de espiritualidad y acción pastoral

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