lunes, 24 de noviembre de 2008

Hermandad del Santo Pesebre

RESEÑA HISTORICA DE LA HERMANDAD DEL SANTO PESEBRE


El movimiento pesebrista se fundó en nuestro país, el 9 de octubre de 1955, con la constitución en Buenos Aires, de la Hermanad del Santo Pesebre. Desde sus primeros años cuenta con la aprobación eclesiástica y está adherida a las Asociaciones de fieles laicos del Arzobispado de la Ciudad de Buenos Aires y a la Universalis Foederatio Praesepistica (Federación Internacional Pesebrística) con sede en Roma.

La Hermandad nació con el objetivo principal de dedicarse “ a la difusión y elevación piadosa y estética del tradicional Pesebre navideño y a todas las expresiones sociales y artísticas relacionadas con el mismo”, en una doble temática: estética y religiosa.

Por una parte trata de destacar y encauzar el aspecto artístico de la devoción, mediante la búsqueda de una belleza ideal que es ofrenda a Dios, en el ámbito íntimo del hogar, cualquiera sea la humildad de los medios empleados.

En el aspecto religioso, y considerando que el Pesebre, Belén o Nacimiento, es el único misterio de nuestra fe al que se da representación plástica en los hogares, la Hermandad ha destacado su trascendencia espiritual, ya que constituye una lección viva de dogma, de historia, de liturgia y de arte.

La Hermandad del Santo Pesebre tiene como objetivo:
-El tratamiento de nuevas técnicas y materiales, mediante cursos de pesebrismo en su Escuela- Taller que se dicta en la Manzana de las luces.- El apoyo a nuevos grupos de pesebristas en el país y el extranjero.
- El estudio y la investigación.
- El contacto con entidades de objetivos similares.
- Desde 1972 realiza la Exposición anual de Pesebres, y participa como invitada en otras.
- Publica RETABLO, órgano oficial de la entidad.
-Acrecienta el patrimonio pesebrístico y bibliográfico a través de encuentros y publicaciones.


Para contactarse: e-mail: santopesebre@hotmail.com
Aldo Tobares

Pesebres

A medida que pasan los años, la gente se olvida que es lo que realmente se festeja los 25 de diciembre, algunos destacan un “espíritu navideño”, otros ven una buena oportunidad para hacer lindos regalos, muchos aprovechan para reunirse con familiares que no ven hace tiempo y un sinfín de actividades que surgen en esta importante fecha, pero el origen real es la conmemoración y festejo del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

En un principio el pesebre sólo constaba del Niño, hacia el siglo IV se incluyó el burro y el buey y posteriormente a San José y a la Virgen María.

El primer pesebre viviente fue creado por San Francisco de Asís en 1223, lo llevó a cabo conmovido por el fervor que viera en Jerusalén para los festejos del 25 de diciembre.

Sin duda, es arraigada tradición todos los 8 de diciembre comenzar a armar el pesebre para representar la Natividad. En los hogares e iglesias se ven pesebres grandes, chicos, coloridos, hechos con elementos naturales, con figuras artesanales, industriales, de plástico, madera, arcilla, etc.

En el Norte Argentino generalmente se hace el paisaje inspirado en la montaña y como suelo se utiliza lona de arpillera, pasto seco o barba e’ queñoa (llamada también barba e’ chivo), en algunos lugares se enharina la maqueta representando nieve (hecho que en nada se parece a la realidad argentina puesto que en nuestro Noroeste, en diciembre, la temperatura supera los 35 º C.), luego se agregan figuras de pastores, animales de corral, árboles, la Virgen, San José, el buey, el burro, ovejas y recién en vísperas de Nochebuena se incluye al Niño.

El día anterior a la Epifanía se incorporan los Reyes Magos (5 de enero a la noche).

En Humahuaca suelen realizarse hermosos nacimientos. El pesebre está adornado con vaquitas, corderitos, gallinas y trigales diminutos, colocándose al Niño Dios en un sitio prominente.

En su homenaje suelen bailarse las "adoraciones", al son de la quena, el charango, el requeque y el bombo. Los niños, cantando villancicos, danzan el huachitorito, el borrachito, la escalera, el tucu-tucu y la adoración de las cintas; en esta última los chicos tomados de las cintas que cuelgan de un palo vertical, van trenzando figuras multicolores al tiempo que adoran.

Con la llegada de la Navidad y los pesebres se suman otras tradiciones, como el dejar los zapatos al pie de la cama o en la ventana para esperar los ansiados regalos.

En la ciudad es más común pedir regalos al Niño Dios con una carta que se dejará al pie del pesebre o del árbol navideño, en cambio en el campo las esperanzas están centradas en los Reyes Magos, muchas veces poniendo un balde con agua y un poco de pasto para que los camellos aprovechen la estada y se alimenten.
Norma Iris M. de Montenegro

El emblema franciscano



Dejando aparte la gran variedad de símbolos que a lo largo de los ocho siglos de historia de la Orden Franciscana han formado y forman parte de su vida: la tau, el cordón, las llagas..., vamos a detenernos en "los brazos cruzados de Cristo y Francisco".
Los primeros escudos con los brazos cruzados que han llegado hasta nosotros son del siglo XV. Durante la cuarta parte de este siglo y bien entrado el XVI, el brazo de Cristo, desnudo o con manga, se halla a la izquierda del que mira, mientras que el de Francisco, siempre con hábito, está a la derecha, y ambos dentro de un campo limitado por un cordón. El primer escudo que ha llegado hasta nosotros, restos de taracea de un banco del siglo XV de la iglesia de San Francisco de Celano. Aparecen los brazos de Cristo y de Francisco cruzados y, mientras el de Cristo nos muestra la llaga de la mano, la mano de Francisco sostiene una cruz.


En el siglo XVI se cambia la posición, el brazo de Cristo pasa a ocupar la parte derecha del campo, mientras que el de Francisco pasa a la izquierda. Posteriormente se incluirá la cruz entre los dos brazos. El símbolo de los brazos cruzados y la cruz aparece en todos los escudos de los Ministros generales de los Franciscanos Conventuales a partir del Ministro general José María Baldrati de Ravena (1725-1731). Este mismo símbolo lo asume en su escudo Clemente XIV (1769-1774) durante su pontificado.


La difusión del escudo franciscano de los brazos cruzados de Cristo y de Francisco se lleva a cabo durante el generalato de Francisco Sansón (1475-1499), quien a través de las muchas obras de arte que encarga y dona a las iglesias de Asís, Padua, Florencia, Brescia..., hace que se convierta en el escudo propio de la Orden Franciscana.
El significado del escudo es la conformidad de Francisco con Cristo: el crucificado del Alverna con el Crucificado del Gólgota. En algunos escudos se llega a una conformidad tal, como se ve en un escudo del Sacro Convento de Asís (1478) en que aparece una cruz grafiada y las manos clavadas en ella. Mucho más realista es el escudo que aparece en la edición del libro De conformitate (Sobre la conformidad de la vida de San Francisco con la vida de Jesucristo) de Bartolomé de Pisa, en 1513, en el que ya aparece el brazo de Cristo a la derecha y el de Francisco a la izquierda y clavados en una cruz.

Valentín Redondo

Salmo navideño de San Francisco



Francisco y sus hermanos lo recitaban varias veces al día durante todo el tiempo de Navidad

Gritad de gozo a Dios, nuestra ayuda; * aclamad al Señor Dios vivo y verdadero con gritos de júbilo.

Porque el Señor es excelso, * terrible, Rey grande sobre toda la tierra.

Porque el santísimo Padre del cielo, Rey nuestro antes de los siglos, envió a su amado Hijo de lo alto, * y nació de la bienaventurada Virgen santa María.

Él me invocó: Tú eres mi Padre; * y yo lo constituiré mi primogénito, excelso sobre los reyes de la tierra.

En aquel día envió el Señor su misericordia, * y de noche su cántico.

Éste es el día que hizo el Señor, * exultemos y alegrémonos en él.

Porque un santísimo niño amado se nos ha dado, y nació por nosotros de camino y fue puesto en un pesebre, * porque no tenía lugar en la posada.

Gloria al Señor Dios en las alturas, * y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad.

Alégrense los cielos y exulte la tierra, conmuévase el mar y cuanto lo llena; * se alegrarán los campos y todo lo que hay en ellos.

Cantadle un cántico nuevo, * cantad al Señor, toda la tierra.

Porque grande es el Señor y muy digno de alabanza, * más temible que todos los dioses.

Familias de los pueblos, ofreced al Señor, ofreced al Señor gloria y honor, * ofreced al Señor gloria para su nombre.

Ofreced vuestros cuerpos y llevad a cuestas su santa cruz, * y seguid hasta el fin sus santísimos preceptos.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Bautismo


Soy un muchachito perfectamente formado ya, y mis ojos, que no han visto ni verán el mundo, ya pueden llorar.
Y lloro, durante un largo rato, a la par de mi ángel, por todo lo que pierdo a causa del egoísmo de los hombres que no tienen confianza en Dios.

¡Ay, qué dolor horrendo! Me han triturado la cabeza con unos fierros, unas tenazas diabólicas y mi cuerpo es arrastrado y sale al mundo palpitante y sangriento.
Todavía estoy vivo, tendido en una mesa blanca. Mi cuerpo no es más que una masa de sangre que agoniza.

Me examinan, conversan en voz baja y a ninguno de esos malvados que hablan de mí se les ocurre bautizarme. Todavía podrían ganarme el cielo y ganarse un abogado en el cielo. Hay allí al alcance de la mano de cualquiera de los que me miran, un vaso de agua con el que podrían darme la visión de Dios.
Pero no se les ocurre. Piensan que es un fastidio que ese amasijo de carnes laceradas por sus tenazas diabólicas continúe vivo y haya que matarlo otra vez.
¡Malvados! Dentro de medio minuto habré muerto. ¡Yo no veré a Dios!

En ese momento se produce el milagro más grande que yo podría imaginar.
Absalón, mi ángel, con el permiso de Dios que acoge mi ardiente deseo de ser bautizado, se ha revestido de aparente carne mortal. Ha penetrado en la sala de operaciones, como si fuera uno de los practicantes, ha tomado ese vaso de agua que yo había visto y lo ha entregado a otro de los practicantes vestidos de blanco, diciéndole:-Usted que sabe la fórmula, bautícelo.
Un ángel no puede bautizar. Tiene que hacerlo un ser humano.

El otro, sorprendido pero halagado de escuchar lo que le acaban de decir, se me acerca con el agua de vida y me bautiza mojándome la dolorida cabecita: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Esa agua prodigiosa me llega en el último instante de mi vida mortal, que es el primero de mi vida sobrenatural. No seré sacerdote, pero soy ya un angelito que penetra en la visión de Dios.

¡Gracias, mi Señor y mi Dios! Mi alma voló al cielo y mi pequeño cuerpo, todo ensangrentado fue al crematorio. Hasta el día de la resurrección de los muertos.

Autobiografía del hijito que no nació
Hugo Wast

Tu mano izquierda


Estoy pensando, Cristo mío Roto, que en la tarde del Primer Viernes Santo, cuando los hombres te clavaron en la Cruz y se alzó en la historia el primer Crucifijo Vivo, junto a Ti, a ambos lados, izquierda y derecha, se alzaron otros dos crucifijos vivos, de carne, también, los dos ladrones.

Eran ladrones, pero Tú los querías y los habías perseguido toda su vida con tu mano derecha. Inútil. Se te escapaban siempre.
Entonces decidiste emplear tu izquierda, que disfrazaste en forma de cruz.

Y éste es el disfraz primitivo y verdadero de tu mano izquierda: la Cruz.
El accidente de trabajo, el choque de automóvil, el fracaso, el cáncer…-¡tu mano izquierda!-¿no siguen siendo cruces en las que nos crucifica el dolor?

A los dos ladrones les hiciste el regalo supremo de tu Cruz: de tu mano izquierda. Y colocaste sus cruces a tu lado, haciendo juego con tu cruz, para que con sólo volver la cabeza aprendieran de Ti a besar la mano izquierda del Padre.

Uno- dicen que el de la derecha-, después de haber rechazado tantas veces en vida tu mano derecha, aceptó la cruz de tu izquierda y por la izquierda saltó al Reino de los Cielos: “Hoy estarás Conmigo en el Paraíso”.
Pero el otro- dicen que el de la izquierda-, acostumbrado a rechazar siempre tu mano, no supo distinguir la última oportunidad y entrenado rabiosamente en rebeldía, rechazó también tu izquierda: “Si tú eres Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”.

Hizo fracasar tus dos manos, la izquierda y la derecha. Se retorcía desesperado y blasfemante en la más espantosa de las agonías, tan cerca de tus manos, abiertas hasta descoyuntarse para salvarlo y que empezaban ya a enfriarse en la Cruz por la muerte y el fracaso.

Lo quisiste abrazar con tu izquierda y tu derecha.
Pero te quedaste para siempre con el abrazo frustrado entre tus manos burladas.

Y eso que lo colocaste al lado de tu Corazón: a tu izquierda.
La izquierda está más cerca de tu Corazón que la mano derecha.
Naturalmente: porque sólo usas la izquierda con aquellos que misteriosa y privilegiadamente ama tu Corazón.

Pero, claro, como todo es cuestión de amor, también, recíprocamente, para aceptar la cruz implacable de tu izquierda hay que tener corazón.
Porque también los hombres tenemos en nuestra mano el hacer fracasar la mano izquierda de Dios.


Mi Cristo Roto
Ramón Cue

viernes, 24 de octubre de 2008

El rosario de una Madre


Un estudiante, que en otros tiempos rezaba mucho, habiendo perdido el fervor de la infancia, vio un día un rosario al borde de la carretera. Su primer pensamiento fue de pasarlo por alto, pero su amor a la Santa Virgen le despierta y decide recogerlo y limpiarlo, mientras se decía: "Si no se lo puedo devolver a quien lo perdió; se lo entregaré a la Virgen misma. Todos los rosarios están destinados a venerarla, así que se lo dejaré en su altar en la primera iglesia que encuentre".

Entró en la primera iglesia y se fue derecho a depositarlo al altar de la Virgen que lo estaba esperando. "Reza el rosario antes de dejarlo en el altar", le oye decir. El estudiante conmovido, se arrodilla y como en otros tiempos, reza el rosario, pero una ola de pensamientos le asalta; oye una voz que le habla y le dice muy claro: "Hazte sacerdote, hijo. Te has vuelto infiel ante el llamado de mi Hijo y sin embargo, esa es tu única vocación. Vuelve a tu amor de otra época y sigue tu vocación". Esas palabras, como un rayo de luz, penetraron lo más profundo del alma del joven, quien después de reflexionar y orar, se dijo: "Sí, Madre mía, acepto, regreso a ti y con tu ayuda seré un sacerdote de Jesucristo"

Y mantuvo su palabra, llegó a ser sacerdote y muy buen sacerdote. Además de sus oraciones, rezaba todos los días con el rosario que había encontrado en la carretera, el cual le había valido el favor de su vocación de sacerdote.

Algunos años después, la voluntad de Dios quiso que el joven sacerdote fuera designado capellán en un hospital. Un día le llevan un enfermo que había entrado gritando: "No me habléis nunca de religión, yo soy incrédulo, no creo en nada".
Sin embargo, el capellán bondadoso le visita y aunque fue rechazado con desdén se dirige al enfermo:
-Y bien, amigo, voy a rezar un rosario por usted.
- No me hable de rosario, le responde el enfermo.
- Pero esta oración sólo puede hacerle bien.
- Al contrario, Señor Abad, el rosario es la causa de mi desgracia
- ¿Cómo así mi amigo? ¿Qué me quiere decir usted con eso?

-Ya que usted me lo pide, se lo voy a contar. En mi infancia, todos los días, mi madre me hacía rezar el rosario con ella. Cuando crecí debí partir a la ciudad para aprender un oficio. Ahí, mis amigos me indujeron al mal, al menosprecio de la ley de Dios. En eso andaba, cuando fui llamado a casa. Mi madre agonizaba. Para no hacerla sufrir, fingiendo le prometí rezar parte del rosario, cada día, cuantas veces pudiera. Mi pobre madre me entregó, entonces, su rosario. Después de su entierro, volví al taller; pero en el camino, por obra del demonio, me vino a la mente este pensamiento: "Despréndete de ese rosario, tíralo lejos". Yo lo hice y lo lancé con menosprecio sobre la carretera. Desde entonces, soy desgraciado, creo que vivo bajo una maldición.

El sacerdote conmovido le pregunta: "¿En qué momento y en qué año, le ocurrió esto? Ante la respuesta precisa del enfermo, el padre se saca del bolsillo el rosario y le dice: "Amigo, ¿reconoce usted este rosario?" El enfermo lanzó un grito: "¡Es el rosario de mi madre!" Y lo tomó amorosamente en sus manos, mientras lo besaba llorando.

- Y bien, dijo, el capellán, este rosario que usted llama la causa de su desgracia ha sido la de mi felicidad, a él le debo ser sacerdote. Ahora, mi amigo, él también va a ser la suya.
- Sí, Señor Abad, yo me quiero confesar.
- Mañana vendré para administrarle el sacramento de los enfermos. Mientras tanto le dejo el rosario para que repare su falta, lo recuperaré más tarde.

Días después, el enfermo murió besando el rosario de su madre, feliz y santificado.... Y el sacerdote tomó de nuevo el rosario, que desde entonces llevaba siempre consigo.




Fragmento de Sacerdocio y Renovación
Citado en el compendio mariano del P. Albert Pfleger 1977







jueves, 23 de octubre de 2008

La pérdida y el hallazgo de Jesús


No siempre se encuentra Jesús donde se lo busca; pero con frecuencia se lo encuentra donde menos se cree. Por eso que nadie presuma de ser el único en poseer a Jesús; que nadie desprecie a otro porque ignora en qué medida puede agradar internamente a Dios, realidad esta que escapa a los hombres, aun cuando por su exterior pueda él parecer un individuo insignificante.

Por consiguiente, no debe parecerme una cosa extraña ni una novedad que yo pierda a Jesús. Pero sé que esto sería dañoso para mí y muy doloroso para mi corazón. Confieso que soy culpable y digno de graves castigos, porque no he guardado bien mi corazón y me he portado con mucha tibieza y negligencia. Debido a lo cual he perdido la gracia de Jesús y no sé quién me la podrá restituir, si él mismo no se dignara una vez más tener compasión de mí que soy un pobrecito.

Clementísima Madre de Dios, socórreme en esta desgracia; ayúdame, Señora mía; protégeme, amadísima Virgen María, puerta de la vida y de la misericordia. Te pido aliento y ayuda. Tú conoces mejor que ninguno qué gran dolor causa la pérdida de Jesús y cuánta alegría reporta su hallazgo.

Dado que tú eres la que está más cerca de Jesús, quédate a mi lado hasta que lo encuentre. Después de haberlo visto y encontrado, cantaré jubiloso en tu compañía: "Alégrense todos conmigo porque he hallado a Aquel a quien ama mi alma".

Imitación de María
Tomás de Kempis

Fidelidad a la misión


La fidelidad de Juan Diego no acabó en la transmisión del mensaje. Quiso permanecer junto a su amada Madrecita todos los días de sus 17 años de vida que siguieron a las apariciones.


Cuando se hizo el traslado de la imagen de María a la pequeña ermita, Juan Diego pidió al señor Zumárraga que le concediese el honor de vivir para siempre en aquel lugar, viendo que nada faltase para honra de la que había querido retratarse en su pobre tilma, hecha de magüey.


La noticia corrió como un reguero de pólvora, y de todas partes llegaban multitudes para escuchar el relato de labios del mismo que había conversado con la Virgen.


Desde entonces, Juan Diego se abocó a acompañar y velar por la imagen de la Señora, y a compartir con todos los peregrinos su maravillosa experiencia.

Oración de Juan Pablo II


¡Bendito Juan Diego, indio bueno y cristiano, a quien el pueblo sencillo ha tenido siempre por varón santo!
Te pedimos que acompañes a la Iglesia que peregrina en todo el mundo, para que cada día sea más evangelizadora y misionera. Alienta a los obispos, sostén a los sacerdotes, suscita nuevas y santas vocaciones, ayuda a todos los que entregan su vida a la causa de Cristo y a la extensión de su Reino.

¡Dichoso Juan Diego, hombre fiel y verdadero! Te encomendamos a nuestros hermanos y hermanas laicos, para que, sintiéndose llamados a la santidad, impregnen todos los ámbitos de la vida social con el espíritu evangélico. Bendice a las familias, fortalece a los esposos en su matrimonio, apoya los desvelos de los padres por educar cristianamente a sus hijos.

Mira propicio el dolor de los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, de cuantos padecen pobreza, soledad, marginación o ignorancia. Que todos, gobernantes y súbditos, actúen siempre según las exigencias de la justicia y el respeto de la dignidad de cada hombre, para que así se consolide la paz.

¡Amado Juan Diego, “el águila que habla”! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que Ella nos reciba en lo íntimo de su corazón, pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero Dios.

Amén

Guadalupe


Sucedió un 9 de diciembre de 1531, en una colina llamada del Tepeyac, en México.
Un indígena pobre, de edad mediana, de nombre Juan Diego, se hallaba en camino hacia la iglesia, cuando se sintió maravillado ante el sonido de una música bellísima. Y, escuchó... una voz de mujer lo llamaba por su nombre.

La Señora que habló a Juan Diego se identificó a sí misma como “Santa María Virgen, Madre de Dios, del Telt”. Llevaba por vestido una túnica indígena adornada con símbolos aztecas y portaba el cinto negro propio de las mujeres embarazadas.
No hablaba español, sino náhuatl, el idioma del propio Juan Diego.

Así comenzaba la larga historia de amor maternal entre María, la Madre de Dios, y cada uno de sus hijos más pequeños. Una historia de comprensión, de cercanía, de fidelidad.

El mensaje de Guadalupe

martes, 21 de octubre de 2008

Pensamientos


La revolución del amor comienza con una sonrisa.
Sonríe cinco veces al día a quien en realidad no quisieras sonreír.

Nuestra alegría es el mejor modo de predicar el cristianismo.

No es importante lo que uno hace, sino cómo lo hace, cuánto amor, sinceridad y fe ponemos en lo que realizamos.

Ama hasta que te duela, si te duele es la mejor señal.

El aborto mata la paz del mundo… Es el peor enemigo de la paz. Porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo, ¿qué me impide matarte?
¿Qué te impide matarme? Ya no queda ningún impedimento.

El sufrimiento compartido y soportado juntos, se convierte en alegría. No olvidemos que la Pasión de Cristo desemboca siempre en la Resurrección. Cuando sientas los sufrimientos de Cristo en tu propio corazón, recuerda que la Resurrección está cercana, que la alegría de la Pascua empieza a amanecer. Nunca permitas que la amargura se apodere de tu corazón, hasta el punto de que llegues a olvidarte de Cristo Resucitado.

Madre Teresa

Frases


Si de noche lloras por el sol, no verás las estrellas.
La vida se nos da y la merecemos dándola.
Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande.
El que lleva su farol a la espalda, no echa delante más que su sombra.
La tormenta de anoche, ¡de qué paz dorada ha coronado la mañana!
El tesoro de la castidad viene de la abundancia del amor.
Rabindranath Tagore

El primer fundamento del valor del trabajo, es el hombre mismo, que es el sujeto del trabajo.
Juan Pablo II

Cada vez que un hombre desorientado levanta sus ojos y al ver una estrella en el cielo, renace en él la esperanza, es Navidad.
Cesbron

La verdadera santidad consiste en hacer la voluntad de Dios con una sonrisa.
Madre Teresa

El mejor uso de la vida es gastarla por algo que dure más que la vida misma.
W. James

El hombre que mira con gusto la muerte del día quiere olvidar. Acaso porque sabe que todas las cosas son nuevas mañana.
Confucio

Solamente quienes toman sosegadamente aquello por lo cual se atarea la gente del mundo, pueden atarearse por aquello que la gente del mundo toma sosegadamente.
Chang Ch’an

Los que son sabios rara vez hablan, y los que hablan rara vez son sabios.
Li Liweng

Trátenlo bien, que también él es hijo de alguien.
T’ao Yüanming


La cruz


¿Sabes, amigo, por qué a veces, nuestra cruz resulta intolerable? ¿Por qué es un enigma incomprensible y desconcertante?
¿Sabes por qué llega a convertirse en desesperación y suicidio?

Porque entonces nuestra cruz es una cruz sola, una cruz sin Cristo.
Y una cruz así, sola y vacía, es inaguantable. La cruz solamente se puede tolerar cuando lleva un Cristo entre sus brazos. Una cruz laica; sin sangre ni amor de Dios, es absurdo aguantarla. No tiene sentido.

Por eso se me ocurre una idea: yo tengo un Cristo sin cruz. Míralo.
Y tú tienes tal vez una cruz sin Cristo. Esa que tú sabes.

Los dos están incompletos.
Mi Cristo no descansa porque falta su cruz. Tú no resistes tu cruz, porque te falta Cristo.
Un Cristo sin cruz.
Una cruz sin Cristo.

¿Por qué no los juntamos? Y los completamos.

¿Por qué no le das tu cruz vacía a Cristo?
Saldremos todos ganando. Ya lo verás.

Tú tienes una cruz sola, vacía, helada, negra, pavorosa, sin sentido: una cruz sin Cristo.

Te comprendo: sufrir así es irracional.
No me explico cómo has podido tolerarla tanto tiempo.
Una cruz despojada de Cristo, es un castigo, un puro instrumento de tortura, el principio lógico de la desesperación.

Tienes el remedio en tus manos: no sufras más solo.

Anda, dame esa cruz tuya, vacía y sola.
Yo te doy a cambio este Cristo Roto, sin reposo y sin cruz.

Dale tu cruz.
Toma mi Cristo.
Júntalos. Clávalos. Abrázalos. Bésalos.
Y todo habrá cambiado.

Mi Cristo Roto descansa en tu cruz. Tu cruz se ablanda y suaviza con mi Cristo en ella.

Sobre lo que era un garabato incomprensible de sufrimientos, está la Sangre, la Paciencia, la Sabiduría, la Paz, la Redención, el Amor.

Tu cruz, ya no es tu cruz solamente; es también y al mismo tiempo, la cruz de Cristo.
Anda, toma tu cruz, amigo; tu cruz con Cristo.

Ya no sufrirás solo.
La llevarán entre los dos: que es repartir el peso.

Y acabarás, supremo hallazgo, puesto que en ella está Cristo, por abrazar y amar tu cruz.

Ramón Cue
Mi Cristo Roto

miércoles, 15 de octubre de 2008

Patrono de la Ecología


Bula de Proclamación de San Francisco de Asís como Patrono de la Ecología


Entre los santos y los hombres ilustres que han tenido un singular culto por la naturaleza, como magnífico don hecho por Dios a la humanidad, se incluye justamente a San Francisco de Asís. El, en efecto, tuvo en gran aprecio todas las obras del Creador y, con inspiración casi sobrenatural, compuso aquel bellísimo "Cántico de las Criaturas", a través de las cuales, especialmente del hermano sol, la hermana luna y las estrellas, rindió al omnipotente y buen Señor la debida alabanza, gloria, honor y toda bendición.

Por eso, con loabilísima iniciativa, nuestro hermano, el cardenal Silvio Oddi, Prefecto de la Sagrada Congregación para el Clero, en nombre especialmente de los miembros de la Sociedad Internacional Planning Environmental and Ecologycal Institute for Quality Life, ha expuesto a esta Sede Apostólica el deseo de que San Francisco de Asís sea proclamado celeste Patrono de los cultivadores de la ecología.

Por tanto Nos, conocido el parecer de la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino, por medio de estas nuestras Letras y a perpetuidad, proclamamos a San Francisco de Asís, celestial Patrono de los cultivadores de la ecología, con todos los honores y privilegios litúrgicos inherentes. No obstante cualquier norma en contrario. Así lo disponemos, ordenando que las presentes Letras sean religiosamente conservadas y logren, en el presente y en el futuro, su pleno efecto.

Dado en Roma, junto a San Pedro, bajo el anillo del Pescador, el día 29 de noviembre del año del Señor 1979, II de nuestro pontificado.

Joannes Paulus pp. II

lunes, 13 de octubre de 2008

Extraordinario


Un día en el que Clara y Francisco iban caminando de Spello a Asís, sintieron una gran tristeza.
En un punto del camino entraron en una casa a pedir algo para comer y les dieron un pequeño pan y un poco de agua. Mientras estaban allí, se dieron cuenta de que la gente los miraba con malicia, que empezaban a cuchichear y a hacerles bromas e insinuaciones. Por lo tanto, retomaron el camino en silencio.
Era invierno y la nieve cubría todo el paisaje. En seguida empezó a oscurecer. Entonces Francisco dijo: "¿Te diste cuenta de lo que la gente decía de nosotros?".

Clara no respondió. Su corazón se contrajo, y estuvo a punto de llorar.
Finamente, Francisco le dijo: "Es hora de que nos separemos". Entonces, Clara se arrodilló en medio del camino. Después de un instante se puso de pie y, con la cabeza inclinada hacia abajo, partió, dejando atrás a Francisco.

El camino pasaba a través de un bosque. En ese lugar ella no pudo soportar el haberlo abandonado de esa manera, sin esperanza ni consuelo, sin una palabra de despedida. Entonces lo esperó.

"¿Cuándo nos volveremos a ver?", le preguntó Clara. Y Francisco le respondió: "En verano, cuando florezcan las rosas."

Entonces sucedió algo extraordinario.
Todas las plantas y arbustos que los rodeaban se cubrieron de una infinidad de rosas.
Recuperándose de la sorpresa, Clara cortó un ramo y lo depositó en las manos de Francisco.
Desde ese día Clara y Francisco no se separaron nunca más.

Antigua leyenda franciscana

No te detengas...


La piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años. Pero lo importante no cambia.

Tu fuerza y tu convicción no tienen edad.

Detrás de cada línea de llegada, hay una partida. Detrás de cada logro, hay otro desafío.

Mientras estés vivo, siéntete vivo. Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo.

No vivas de fotos amarillas. Sigue, aunque todos esperan que abandones.

No dejes que se oxide el hierro que hay en tí.

Haz que en vez de lástima te tengan respeto.

Cuando por los años no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa bastón.


¡Pero nunca te detengas!



Madre Teresa de Calcuta

martes, 7 de octubre de 2008

Alegría


Una vez Francisco y el hermano León fueron juntos a Siena. Francisco estaba triste porque la gente se había mostrado muy poco cortés con ellos.

Entonces empezó a pensar en su querida Asís, donde estaban sus hermanos espirituales y Clara, su querida hija en el Señor. El sabía cuánto amaba ella la santa pobreza, hasta el punto de temer que se enfermara.

Abrumado por estos pensamientos, sintió que no podía seguir adelante y, con su compañero, se detuvieron en un lugar donde el camino conducía hacia el campo. Entonces se dirigieron a un pozo donde por un largo rato Francisco permaneció mirando el agua.

Luego, levantó la cabeza y, lleno de alegría, le dijo al hermano León: “Hermano León, corderito de Dios, ¿sabes qué estaba mirando en el agua del pozo?”

El hermano León respondió: “La luna que se refleja en ella.”
“No, hermano León, no estaba mirando a la hermana Luna, sino el verdadero rostro de nuestra hermana Clara, por la misericordia de Dios. Su renuncia a todo es tan pura y llena de santa alegría, que mis temores desaparecieron. Ahora sé que esa alegría perfecta la recibió de Dios. Ella es el fruto del don abundante de la santa pobreza.”

De una leyenda popular franciscana

Francisco y Clara


Un día, Francisco y Clara caminaban por las orillas opuestas de un río. Cuando Francisco vio a Clara, trató de cruzar el río para saludarla, pero la fuerza de la corriente, que formaba remolinos, se lo impidió.
Se puso muy triste de que el peligro de las aguas no lo dejara llegar hasta ella. Entonces, Clara arrojó al río su manto y, caminando sobre él, alcanzó la otra orilla en un instante.
Francisco, asombrado y devoto, le dijo: “Ves, Clara, tú estás más cerca de Dios que yo.”

Historia popular de los campesinos de Rocca Sant’ Angelo
Nuova Vita di San Francesco

domingo, 14 de septiembre de 2008

Las manos de Dios


Todo el juego, toda la aventura divina y trágica de nuestra vida está en dejarnos tomar por las manos de Dios. El trata de hacernos suyos. Pero hay en nosotros un elemento difícil, esquivo, peligroso: nuestra libertad. Y Dios la respeta misteriosamente. Infinitamente. Podría apoderarse de nosotros violando nuestra libertad. No le interesa. Quiere amor. Por conquista, de su parte; por libre entrega de la nuestra. Para conquistarnos dispone de dos manos: la derecha y la izquierda; que representan dos técnicas y dos tácticas opuestas.

La mano “derecha” es clara, abierta, transparente, luminosa. Da la cara. Entra directa. No se disfraza. Actúa de día. A pleno sol. Habla en tono normal. Es de todas las horas.

La mano “izquierda” busca atajos, o da rodeos; es cálculo y diplomacia; no tiene prisa; se pliega al guante y al disfraz, si es necesario. Actúa a distancia. Finge la voz. Se ampara en la sombra. O aguarda a la noche. Pasa a gritos como un ciclón. O en silencio como un puñal.
Pero, aunque “izquierda”, ni es maquiavélica, ni traidora. Porque la mueve el amor.

Para cada alma Dios tiene dos manos; pero las emplea de modo distinto en cada caso; porque todas las almas son diferentes. Y la conquista de cada una es un juego personalísimo de Dios y de ella, que no vuelve jamás a repetirse el mismo; porque no puede repetirse jamás, exacta ni un alma ni su historia.

Hay almas que se dejan tomar por la mano derecha.
En otras alternan, izquierda y derecha, las dos manos divinas.
Y hay almas en las que, fracasada la derecha, Dios tiene que emplear a fondo la mano izquierda.

Con la derecha, como a palomas blancas, o a ovejas dóciles, tomó Dios a Juan Evangelista, a Francisco de Asís, a Juan de la Cruz, a Francisco Javier, a las dos Teresas: la española y la francesa…No es que la mano derecha elimine la lucha. No, ni el dolor, ni la renunciación. Pero es cara a cara. A pleno sol.

Para conquistar a Pedro y a Pablo, a Magdalena, a Agustín o a Ignacio de Loyola, Dios tuvo que emplear la izquierda. Ante la mano derecha se encabritan, se rebelan, se plantan. Entonces entra en juego la izquierda. Pero en la sombra, sin dar la cara, buscando un disfraz. La mano de Dios-¡su amor!- inventa una ingeniosa y divina metamorfosis y se trueca en rayo, en bala de cañón, en dos ojos con lágrimas o en un gallo que canta en la noche.

El relámpago ciega a Pablo, a quien no lograron iluminar los ojos clarísimos y agonizantes de Esteban en su martirio; que quiso ser mano derecha de Dios. El relámpago lo ciega, sepultándolo en la noche, para que en esas tinieblas, estalle la luz nueva de Damasco.

La bala de un cañón francés le desgarra la pierna, consiguiendo su rendición, a Ignacio de Loyola, que había resistido y rechazado, sin capitular jamás, todos los suaves ataques de la mano derecha de Dios.

El quiquiriquí de un gallo que acuchilla la noche tiene más elocuencia para Pedro que las palabras directas y transparentes del Maestro. Lo entiende ya todo. Y rompe a llorar.

Y la rebeldía intelectual de Agustín, que flotó siempre con la cabeza erguida sobre todas las oceánicas tormentas de sus pensamientos, acaba por perecer ahogada en dos mansos arroyos de lágrimas que ruedan por las mejillas de su madre Mónica.

Terrible. Violenta. Dura. Implacable.
Pero: ¡bendita mano izquierda de Dios!

“Dame una mano tuya, aunque sea la izquierda.
Lo mismo da, si es tuya.
Si yo tomo tu mano, no hay miedo que yo huya.
Si tú tomas mi mano, no hay miedo que me pierda.
Dame una mano tuya, aunque sea tu izquierda.”

Mi Cristo roto
Ramón Cue

El beso de María


Cristo es un muerto distinto de todos.


Por eso, para aprender a contemplar su rostro muerto, en el Viernes de Dolores, debemos pedirle prestados sus ojos a María, la Gran Contemplativa Dolorosa.
Desde que se lo clavaron en la Cruz, Ella se instaló a sus pies, clavada en la tierra; con sus ojos clavados también, más tenaces que los clavos, en el rostro de su Hijo.
No se le escapó ni un latido de sus sienes, ni un temblor de sus párpados, ni el paso leve de la última respiración en la piel tensa de la garganta…

Asomarse a los ojos insondables de María en este Viernes de Dolores, es asistir a la proyección íntima y fidelísima de la Pasión de Cristo, registrada en sus pupilas y en ellas celosamente guardada.
Qué sala de proyección, los ojos de la Madre, para contemplar la película más exacta y veraz de la Pasión del Hijo.

Préstanos tus ojos para verlo de cerca. Como tú, cuando ya desclavado de los brazos de la cruz lo colocaron en los tuyos inmensamente abiertos, Madre Crucificada; y le tomaste el rostro con tus dos manos, y lo enfrentaste al tuyo, cara a cara.

¿Cuánto tiempo estuviste muda contemplándolo?

Era tan absorbente tu dolor que te olvidaste de llorar.
Y mirabas, mirabas, devorándolo hambrienta con tus ojos, aquel rostro que apretaban tus dos manos; y que con tenerlo tan cerca de ti, lo sentías infinitamente lejano y ausente.
Parecía que iban a rasgarse tus ojos abiertos, sin pestañear, en un interrogante sin respuesta.

Tus ojos iban y venían, por el rostro amado del Hijo.
Le mirabas los oídos. Pero no le dirigías ni una sola palabra: sabías que estaban sordos.
Le mirabas los labios. Pero no le hacías ninguna pregunta, puesto que no aguardabas ya respuesta alguna.
Le mirabas los ojos. Con el dardo escrutador de tu mirada tratabas de levantar sus párpados caídos… pero desistías muy pronto de tu empeño. ¿Para qué, si al alzarlos, ibas a mirarte en unos ojos que no podían mirar ya los tuyos?

Fracasada, te quedó sólo un recurso.
Arrimaste más aquel rostro muerto al tuyo. Se juntaron las dos caras. Lo apretaste contra ti suavemente para no abrir de nuevo las heridas; y tus labios buscaron su sitio acostumbrado.
Lo besaste calladamente, para no despertarlo, como cuando era niño.

Y en aquella mejilla helada de tu Hijo tropezaron tus labios con la huella de otro beso: el de Judas.
Entonces lo comprendiste todo.
Lo aceptaste todo.
Lo perdonaste todo.
Y tus ojos, volvieron a ablandarse y se acordaron otra vez de las lágrimas.
Llorabas mansamente mientras lo seguías besando mansamente en su mejilla.
Y tu llanto caliente iba borrando la huella del beso de Judas.

Porque eras la madre del Hijo muerto.
Y eres la Madre también de todos los Judas, de todos los verdugos, de todos los pecadores.

Tu beso de Madre en su mejilla nos reconciliaba a tus hijos malos con tu Hijo Bueno.

Toda la Pasión se aprieta entre dos besos sobre la cara de Cristo :
El de Judas: relámpago de fuego que desencadena la tempestad.
Y el de María: sello y lacre final de la Corredentora.

Ante el beso de Judas, Cristo se queja. “Amigo, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”
Ante el beso de María, Cristo ya no habla: “Todo está consumado”.

Señora, préstanos tus ojos esta noche de Dolores para saber mirar la cara de tu Hijo.
No te pedimos ni tus labios, ni su mejilla, porque sólo tú puedes besarle en su rostro.
Nuestros labios ya aprendieron su sitio.
Nosotros le besamos sus pies.


La Vida Resucitada de Cristo también comienza con un beso: el que ponen sobre sus pies floridos de disfrazado jardinero, los labios irrefrenables de María Magdalena.



Mi Cristo roto
Ramón Cue

viernes, 29 de agosto de 2008

Solo por hoy


Solo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez

Solo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie, sino a mí mismo.
Solo por hoy seré feliz, en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no solo en el otro mundo, sino en éste también.

Solo por hoy me adaptaré a las circunstancias sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.

Solo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para el cuerpo, así una buena lectura es necesaria para la vida del alma.
Solo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.

Solo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.

Solo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpla cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.

Solo por hoy creeré firmemente-aunque las circunstancias demuestren lo contrario- que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie existiera en el mundo.

Solo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad. Puedo hacer el bien durante doce horas.

Solo por hoy.

Juan XXIII

Milagro de San Francisco en España


En España existió un señor rico y noble, dueño de una fortaleza. Devoto de San Francisco, lo mismo que su mujer, daba hospedaje a los frailes y era su principal bienhechor.
Como no tenían herederos, por ser estéril la esposa, hicieron voto a San Francisco que, si lograban tener descendencia, lo servirían con toda su casa y darían hospitalidad a todos los frailes de su Orden perpetuamente. El bienaventurado padre San Francisco los favoreció desde lo alto y recibieron de Dios un hijo.

Sucedió que, cuando este niño tenía ocho años, un día su madre salió temprano para ir a la iglesia, como de costumbre, dejándolo dormido en casa. Cuando se despertó y vio que era de día, se levantó, y dirigiéndose luego a la huerta, subió a un árbol a comer cerezas, que justamente estaban maduras. Pero inclinándose descuidadamente cayó del árbol sobre unas estacas agudas y quedó clavado en una, que le entró por el vientre y salía por la espalda.

La madre volvió de la iglesia, y advirtió que el niño se había levantado; pero al creer que estaría, como otras veces, con los sirvientes, no pensó en buscarlo hasta que tuvo la mesa puesta para comer con su marido. Buscándolo entonces y llamándolo por todas partes los criados, entraron por fin en la huerta, y viéndolo muerto de esa forma tan trágica, avisaron a los padres.

Estos corrieron con dolor y llanto, y hallaron a su hijo ya muerto y atravesado por la estaca. Lo sacaron de allí, y entre alaridos de dolor lo llevaron a casa, y estaban al lado del cadáver, profundamente apenados por la desgracia, e invocaban a San Francisco, cuando el portero les anunció que venían hacia el castillo dos frailes Menores.

Al oír esto, los padres del niño pidieron que nadie diese muestras de pena ni de llanto, sino que todos los acompañasen a recibir a los frailes con un rostro alegre, como acostumbraban, y que preparasen agua para lavarles los pies.
Llevaron el cadáver a otra habitación interior, salieron al encuentro de los frailes, los recibieron con mucho agrado y benignidad y les lavaron los pies.

La señora hizo llevar el agua en la que les había lavado los pies a la habitación donde yacía muerto el niño, invocó con lágrimas a San Francisco(pues tenía confianza en Nuestra Señora y en los méritos de su siervo), metió con sus manos el cadáver en el cubo, y comenzó a lavarlo y echarle agua en el vientre y en la herida, y decía:

-San Francisco, devuélveme ahora el hijo único que por tu intercesión me dio el Señor, para que con los dos favores quedemos más obligados a dar gracias a Dios y a ti, yo y toda mi casa.

¡Algo increíble! A la vista del padre y de la madre y de muchos de la familia, el niño se levantó sano e incólume, sin que le quedase otra señal que una pequeña cicatriz en el vientre, como testimonio de tan gran milagro.
El llanto doloroso de los parientes y allegados se convirtió en lágrimas de gozo y alegría. Padre y madre acudieron a comunicar el hecho a los frailes que habían dejado en la sala y darles las gracias, pero ya no pudieron hallarlos.

Entonces prorrumpieron en alabanzas al Señor, con lágrimas vivas, y reconocieron unánimes que San Francisco había venido a resucitarles el hijo.



Este milagro lo relató fray Guillermo Quertorio, Provincial de Génova, hombre de probada honestidad y famoso en la Orden, el cual, de paso por España, al Capítulo General, se hospedó en casa de este noble señor, padre del niño resucitado.



Florecillas de San Francisco

jueves, 28 de agosto de 2008

La vida



La vida es una oportunidad, aprovéchala.
La vida es belleza, admírala.
La vida es bienaventuranza, saboréala.
La vida es un sueño, hazlo realidad.
La vida es un desafío, enfréntalo.
La vida es un deber, cúmplelo.
La vida es un juego, juégalo.
La vida es un tesoro, cuídalo.
La vida es una riqueza, consérvala.
La vida es amor, gózalo.
La vida es un misterio, descúbrelo.
La vida es una promesa, realízala.
La vida es tristeza, supérala.
La vida es un himno, cántalo.
La vida es una lucha, acéptala.
La vida es una aventura, arriésgate.
La vida es felicidad, merécela.
La vida es vida, defiéndela


Madre Teresa de Calcuta

Padre Nuestro



No digas PADRE, si cada día no te comportas como un hijo.

No digas NUESTRO, si vives aislado en tu egoísmo.

No digas QUE ESTAS EN LOS CIELOS, si sólo piensas en las cosas terrenas.

No digas SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, si no lo honras.

No digas HAGASE TU VOLUNTAD, si no la aceptas cuando es dolorosa.

No digas EL PAN NUESTRO DE CADA DIA, si no te preocupas por la gente que tiene hambre.

No digas PERDONA NUESTRAS OFENSAS, si guardas rencor a tu hermano.

No digas LIBRANOS DEL MAL, si no tomas partido contra el mal.

No digas AMEN, si no has entendido o no has tomado en serio las palabras del PADRE NUESTRO.

viernes, 22 de agosto de 2008

Juan Pablo II y María


Totus Tuus


En latín,Todo Tuyo. Con este lema, Juan Pablo II consagró su pontificado a María, como intercesora permanente de toda su obra que marcó sus más de 26 años como pastor de la Iglesia Universal.

Con esta consagración al cuidado maternal de la madre del Señor, el Papa la situó dentro de la fe como modelo de vida para la Iglesia y todos los cristianos.


Ciertamente, esta presencia lo urgió, tal como al apóstol Pablo, a no dejar de misionar. Decidió, entonces, recorrer el mundo, como una manera de manifestar ese ímpetu y convencido de que acercaría al Señor, a quienes esperaban palabras de esperanza o, simplemente, no lo conocían.
Ese mismo mundo, que compartió desde joven en su sufrida tierra natal de Polonia, inspiró su mensaje llenándolo de esperanza.


Con la inspiración de María, también luchó por la unidad y la reconciliación de los cristianos del mundo, y amó a los jóvenes con quienes se reunió en numerosas oportunidades, en sus Jornadas Mundiales. Para Juan Pablo II, ellos representaban el futuro de la Iglesia y del mundo, por eso, los invitó a hacer vida las palabras de la Buena Noticia.


La protección de María, consagrada en este Totus Tuus, lo llevó a vivir, con la fuerza del testimonio, la experiencia del dolor. Desde el atentado a su vida en 1981, pasando por accidentes, enfermedades, y hasta los últimos momentos de su estadía terrena, el Papa supo decirle al mundo que el dolor tiene sentido cuando se experimenta desde la fe y que no es impedimento para anunciar el Evangelio.

Confiar en Dios



Cuentan que un andinista desesperado por conquistar el Aconcagua, inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria para él solo, por lo tanto subió sin compañeros.
Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo deseando llegar a la cima.


Oscureció, la noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por nubes. Subiendo por un acantilado, a sólo 100 metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires…caía a una velocidad vertiginosa, sólo podía ver veloces manchas cada vez más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.


Seguía cayendo…y en esos angustiantes segundos, pasaron por su mente todos los gratos y no tan gratos momentos de su vida, pensaba que iba a morir. Sin embargo de repente sintió un tirón tan fuerte que casi lo parte en dos…


¡Sí! Como todo andinista experimentado, había clavado estacas de seguridad a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura. En esos momentos de quietud, suspendido por los aires, no le quedó más que gritar:

¡Ayúdame, Dios mío!


De repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó:


¿Qué quieres que haga?

¡Sálvame, Dios mío!
¿Realmente crees que te pueda salvar?
¡Por supuesto, Señor!
Entonces corta la cuerda que te sostiene…


Hubo un momento de silencio y quietud, y el hombre se aferró más a la cuerda…

Reporta el equipo de rescate que al otro día encontraron al andinista congelado, muerto, agarrado con fuerza a una cuerda…a tan sólo 12 centímetros del suelo….

viernes, 15 de agosto de 2008

¡Esto es el fin!



Cuando el pequeño se está gestando en el seno de su madre no es conciente de todo lo que vive. Pero vive. Y quizás en su futura vida recordará mucho más de lo que nos imaginamos.


Son nueve meses en los que hora a hora y día a día siente cómo adquiere una plenitud. Sus órganos se diferencian, su sensibilidad se afina, los grandes sistemas de su organismo comienzan a cumplir sus propias funciones. Aunque no lo sepa y no se lo pueda expresar a sí mismo, y menos aún a los demás, sin embargo se da cuenta de que algo se acerca. La plenitud siempre estalla en una nueva manera de existir. No hay plenitud que cristalice permaneciendo estática. Eso nunca sucede con la vida. Y todo ser vivo guarda en su memoria ancestral la experiencia de los pasos a esas nuevas etapas, mucho más plenas.


Pero el dolor y la angustia también están presentes. Allí donde la vida comienza un nuevo ciclo, se hace necesario que el anterior muera, se termine, se rompa para dar salida a lo que recién comienza. Y esto no se hace de una manera tranquila y lúcida. Se abandona lo conocido, se ingresa a lo misterioso. Se abandona la experiencia y se arriesga la esperanza.


Terminados sus nueve meses de gestación, la criatura presiente que algo va a suceder. Las contracciones se lo anuncian. Todo entra en la extraña situación de ruptura y pasaje. Finalmente sobreviene el parto para la madre que da a luz. Pero para el hijito la experiencia es muy diferente. Siente que se lo expulsa, obligándolo a abandonar lo familiar, lo conocido, lo seguro. Si pudiera expresarlo en palabras, quizá se diría angustiado a sí mismo:
- ¡Esto es el fin!


Sus padres y todos aquellos que aguardaban su venida saben muy bien que esto no es el fin absoluto. Es simplemente la conclusión de una etapa, y el comienzo de la verdadera vida. Es cierto que en el seno materno no se tenía frío, ni hambre, ni había clases sociales. Pero en este pasaje no se cae al vacío. Hay a su llegada un par de brazos paternos y senos maternos que lo aguardan para recibirlo.

Esta segunda etapa será inmensamente mejor. Ni el ojo vio, ni el oído oyó en el seno materno, lo que le estaba preparado para cuando sus padres pudieran expresarle lentamente su amor en un cara a cara. Allá fueron nueve meses. Ahora podrían ser noventa años. Antes fue solo el tiempo de crecer recibiendo. Comienza ahora el tiempo de compartir creciendo juntos al dar y al recibir. Etapa del ver, del sentir, del amar, del comunicarse y dar la vida para que otros vivan.


A los que estamos en esta segunda parte, cada día la vida nos anuncia que avanzamos hacia la angustia de un nuevo pasaje. Para los que gemimos en el seno materno de esta tierra, nos resulta incomprensible y no imaginable lo que habrá más allá. Igual como nos sucedió cuando se acercaba nuestro propio alumbramiento. Cuando se acerque nuestra segunda ruptura, puede ser que revivamos la vieja experiencia que celebramos en cada cumpleaños pero de la que recordamos sólo la alegría de nuestros padres. Ellos fueron quienes nos enseñaron a festejarla.

Pero nosotros si fuéramos sinceros, tendríamos que saber que aquello nos hizo exclamar, igual como lo hará ahora:
-¡Esto es el fin!


Los que esperan nuestra llegada, sonreirán sabiendo que sólo se trata de un comienzo doloroso y festivo. Nos esperan dos brazos de padre, para decirnos:
-¡Vengan, benditos, al Reino que les está preparado!

Ellos desde ya nos enseñan a festejar el acontecimiento, cuando recordamos su propio pasaje desde este rancho de barro hacia la morada eterna en los cielos.
La vida no se nos quita, somos invitados a vivirla en una nueva etapa.


Cuentos rodados

Mamerto Menapace

Carta del papa Juan Pablo II a los niños en el año de la familia


¡Alabad el nombre del Señor! Los niños de todos los continentes, en la noche de Belén, miran con fe al Niño recién nacido y viven la gran alegría de la Navidad.


Cantando en sus lenguas, alaban el nombre del Señor. De este modo se difunde por toda la tierra la sugestiva melodía de la Navidad. Son palabras tiernas y conmovedoras que resuenan en todas las lenguas humanas; es como un canto festivo que se eleva por toda la tierra y se une al de los ángeles, mensajeros de la gloria de Dios, sobre el portal de Belén: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes El se complace” (Lc 2,14).


El Hijo predilecto de Dios se presenta entre nosotros como un recién nacido; en torno a El los niños de todas las naciones de la tierra sienten sobre sí mismos la mirada amorosa del Padre celestial y se alegran porque Dios los ama. El hombre no puede vivir sin amor. Está llamado a amar a Dios y al prójimo, pero para amar verdaderamente debe tener la certeza de que Dios lo quiere.

Que este amor se extienda después a toda la comunidad, mejor aún, a todo el mundo gracias a vosotros, queridos muchachos y niños. Así el amor llegará a quienes más lo necesiten, en especial a los que sufren y a los abandonados. ¿Qué alegría es mayor que el amor? ¿Qué alegría es más grande que la que tú, Jesús, pones en el corazón de los niños en Navidad?



¡ Levanta tu mano, divino Niño,
y bendice a estos pequeños amigos tuyos,
bendice a los niños de toda la tierra !




Vaticano, 13 de diciembre de 1994
Juan Pablo II

jueves, 7 de agosto de 2008

Lo que hay que entregar


San Jerónimo fue un personaje interesante. De carácter fuerte, siempre sintió gusto por los extremos. A todo se entregó con pasión. Buen escritor, nos dejó muchos relatos sobre su vida, sus búsquedas y sus luchas. Quizás no todas sean narraciones históricas. Pero tienen todo el sabor de las cosas viejas, que han aguantado los siglos sin perder el brillo.


Había nacido en la parte sur de la antigua Yugoslavia. Y cuando sentía que su temperamento le jugaba una mala pasada, solía decirle a Dios en forma de disculpa:


- ¡Perdoname, Señor, porque soy un dálmata!- aludiendo a la fama de que gozaban las gentes de su pago.


Se dedicó con pasión a los estudios. Pero una crisis violenta le mostró el peligro que corría al estar dedicándose a algo que no lo llevaba por el sendero que lo conducía a Dios. Porque sus estudios de literatura le exigían leer libros que lo apasionaban. Y eran justamente aquéllos que habían escrito los paganos. Sus temáticas lo alejaban de su fe cristiana.

Enfrentó el conflicto interior optando por Dios, y luego de varios intentos diferentes, terminó como monje solitario en las tierras de Belén.


De su estadía allí, él mismo nos narra la siguiente anécdota, que les cuento a mi manera.
Era la tarde del Viernes Santo. Jerónimo meditaba la pasión de Nuestro Señor, con todo el fervor que traía de una cuaresma en la que había prolongado sus ayunos, penitencias y vigilias. Estando en esta situación, tuvo una visión. Vio colgado de la Cruz a Jesús en persona que le decía:


-Mirá Jerónimo dónde estoy y cómo estoy por el amor que te tengo.
¿Qué estarías dispuesto a darme a tu vez como prueba de tu amor?


-¡Señor, te entrego toda mi vida, mis ayunos, oraciones y penitencias!-le respondió el ermitaño.


-Gracias Jerónimo-le dijo Cristo-veo que sos un buen muchacho, y te esforzás en serio. Pero lo que me das, a mí en este momento no me sirve demasiado. Yo estoy necesitando de vos otra cosa. ¿Estás dispuesto a dármela?


Impresionado por este pedido, y sacudido hasta lo más profundo de su ser, Jerónimo prometió darle todo lo que fuera.

-¡Señor, te doy mis nostalgias, todo lo que dejé atrás para seguirte, lo que me duele no tener ya! Te entrego todo lo lindo de mi pasado, que vos sabés que fue mucho.


-¡Gracias, Jerónimo! Insisto en que sos muy generoso. Pero no me entendés. Mirame bien donde estoy, y te vas a dar cuenta de que todo eso que me das, a mí en este momento no me sirve para nada. Lo que estoy necesitando de vos es otra cosa. ¿Me la das?


-¡Señor Jesús, estoy dispuesto a todo! Pero ya no sé qué más puedo darte de lo mío. Decime Vos mismo lo que querés de mí, y te lo daré de todo corazón
.
Y Nuestro Señor le dijo entonces:

-Jerónimo: lo que necesito de vos es que me des tus pecados, para no morirme inútilmente.


Peregrinos del Espíritu
Mamerto Menapace

De un excelente milagro de las llagas de San Francisco



En el reino de Castilla hubo un hombre muy devoto de San Francisco que, al ir a la iglesia de los frailes Menores para oír la oración de la noche, lo asaltaron unos bandidos, y sin ninguna compasión lo hirieron tan cruelmente, que cayó casi muerto a sus pies. Al huir los malhechores, uno de ellos, más cruel, le atravesó un cuchillo por el cuello de modo que no pudo quitárselo, y partieron, dejando al herido y creyéndolo muerto.


Ante el clamor de los vecinos acudió mucha gente, y todos lo lloraron pensando que estaba muerto, sin la menor esperanza de vida. Lo levantaron y llevaron a su casa; y estaban los parientes con los preparativos para la sepultura, cuando los frailes tocaron a la oración de la aurora. Al oír la mujer la campana, acordándose que él acostumbraba ir a rezar a la iglesia de los frailes Menores, estalló en un doloroso llanto y decía:


-¡Ay de mí, Señor mío! ¿Dónde está ahora tu fervor y tu devoción? ¡Levántate y ve a la oración, que te llama la campana!


El oyó este llanto, y hacía señas con las manos para que le quitasen el cuchillo, que no lo dejaba hablar, e inmediatamente, ante la vista de todos, le fue quitado rápidamente sin saber por quién, y de repente se levantó completamente sano y dijo:


-Oigan parientes y amigos míos queridos, y miren el admirable poder de San Francisco, de quien fui siempre devoto, y que ahora mismo está saliendo de aquí. Vino con sus santísimas llagas y puso las manos sobre mis heridas; con el olor y la suavidad de las llagas me confortó y me sanó perfectamente. Cuando les indicaba que me quitasen el cuchillo de la garganta, porque no podía hablar, él lo tomó y me lo quitó sin ningún dolor y luego frotó la herida con su mano y me dejó sano como ustedes ven.


En alabanza de Cristo. Amén.


Florecillas de San Francisco de Asís

Cómo de una imagen de San Francisco salió sangre fresca



En un convento de frailes Predicadores en el refectorio estaba pintada una imagen de San Francisco con las sagradas llagas


Un fraile de la Orden, obcecado por el orgullo, no podía ni quería comprender las sagradas llagas; y un día, después de comer, cuando todos los frailes salieron del refectorio, fue hasta la imagen y temerariamente le borró y destruyó totalmente las llagas, y se marchó. Pero, volviendo aquel mismo día, halló la imagen adornada con las sagradas llagas mejor que antes, y de nuevo se las destruyó furiosamente. Cuando volvió otra vez, la imagen ya estaba restaurada.


Muy indignado con esto, la destruyó de tal manera que dejó enteramente desnuda la pared en que estaba pintada; pero de improviso brotó abundante sangre, con tanta fuerza como de un balde cuando acaba de taladrarse; y se mojó la cara, el pecho y todo el hábito del fraile. Cayó por tierra estupefacto, y empezó a gritar y llamar a los frailes. La comunidad se conmovió, y ante los gritos acudieron todos, quedando atónitos y estupefactos por la grandeza del milagro. Con mucha devoción recogieron del suelo la sangre con una esponja, y después hicieron restaurar la imagen muy hermosamente y por la honra del hábito los superiores ordenaron que no se refiriese el caso a nadie fuera de la Orden. Pero aquel fraile dijo que más bien prefería ser echado de la Orden que ocultar un milagro de tanta honra para el Padre San Francisco.


¿Y cómo se vengó de este fraile el humilde Francisco? Cambiándolo de repente en otro hombre. Renunció con mucho fervor a todos sus libros y se convirtió en un hombre de gran oración. Por devoción a San Francisco fue a visitar su iglesia en Asís, y en presencia de muchos frailes Menores confesó muy humildemente el milagro antes relatado, y mostró, con no pocas lágrimas, la sangre que había recogido del suelo. Parte de ella la dejó como testimonio del milagro y parte la guardó por devoción a San Francisco.


Florecillas de San Francisco de Asís

martes, 5 de agosto de 2008

El sueño de María



Tuve un sueño José, y realmente no lo puedo comprender, pero creo que se trataba del nacimiento de nuestro hijo.


La gente estaba haciendo los preparativos con seis semanas de anticipación, decoraban las casas, compraban ropa nueva, salían de compras muchas veces y adquirían elaborados regalos. Era un tanto extraño, ya que los regalos no eran para nuestro hijo; los envolvían en vistosos papeles y los ataban con preciosos moños, y todo lo colocaban debajo de un árbol. Sí, un árbol José, adentro de sus casas; esta gente ya había decorado el árbol y las ramas estaban llenas de adornos brillantes y había una figura en lo alto del árbol, me pareció que era un ángel, era realmente hermoso.


Luego vi una mesa espléndidamente servida, con platos deliciosos y muchos vinos, todo se veía exquisito y todos estaban contentos, pero…no estábamos invitados.


Toda la gente se veía feliz, sonriente y emocionada por los regalos que se intercambiaban unos con otros, pero, sabes José no quedaba ningún regalo para nuestro hijo; me daba la impresión de que nadie lo conocía, porque nunca mencionaron su nombre.


¿No te parece extraño que la gente trabaje y gaste tanto en los preparativos para celebrar el cumpleaños a alguien a quien ni siquiera mencionan y que da la impresión de que no lo conocen? Tuve la extraña sensación de que si Jesús hubiera entrado en esos hogares para la celebración, hubiera sido solamente un intruso. Todo se veía tan hermoso y la gente muy feliz, pero yo sentía ganas de llorar porque nuestro hijo era ignorado por casi toda la gente que lo celebraba.


¡Qué tristeza para Jesús, no ser deseado en su propia fiesta de cumpleaños!


Estoy contenta porque solo fue un sueño,terrible sería si ésto se convierte en realidad....


viernes, 27 de junio de 2008

Contemplar a Cristo con María


María, modelo de contemplación



La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable.

El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial. Ha sido en su vientre donde se ha formado, tomando también de Ella una semejanza humana que evoca una intimidad espiritual ciertamente más grande aún.


Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo.


Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en El ya en la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo; en los meses sucesivos empieza a sentir su presencia y a imaginar sus rasgos.


Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos se vuelven tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo “envolvió en pañales y le acostó en un pesebre”( Lc 2, 7).


Desde entonces su mirada, siempre llena de adoración y asombro, no se apartará jamás de El. Será a veces una mirada interrogadora, como en el episodio de su extravío en el templo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?” (Lc 2,48); será en todo caso una mirada penetrante, capaz de leer en lo íntimo de Jesús, hasta percibir sus sentimientos escondidos y presentir sus decisiones, como en Caná (cf .Jn 2,5); otras veces será una mirada dolorida; sobre todo bajo la cruz, donde todavía será, en cierto sentido, la mirada de la “parturienta”, ya que María no se limitará a compartir la pasión y muerte del Unigénito, sino que acogerá al nuevo hijo en el discípulo predilecto confiado a Ella (cf. Jn 19, 26-27); en la mañana de Pascua será una mirada radiante por la alegría de la resurrección y, por fin, una mirada ardorosa por la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés (cf. Hch 1,14).


Rosarium Virginis Mariae
Juan Pablo II

"Dios mío y todas las cosas"


San Francisco es patrono de los ecologistas, aunque en él el ecologismo sólo tiene sentido en una dimensión vertical: respeta y ama el universo como obra maravillosa salida de las manos del Creador, al cual siempre se dirige con himnos de alabanza y de agradecimiento. Así lo expresa en su “Cántico del Hermano Sol”:

-Altísimo, omnipotente y buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria, el honor y toda bendición. A ti sólo, Altísimo, te pertenecen y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.

Francisco exclama por bosques y montañas: ¡Dios mío y todas las cosas! Las contempla embelesado y a todas las llama “hermanas” porque provienen de un mismo Padre: hermano Sol, hermana Luna y hermanas estrellas, hermano fuego, hermano viento, hermana agua, hermanos pájaros y hermano lobo.

No huye del mundo como los anacoretas, ni menosprecia la belleza de la creación. En todo caso lo que rechaza es el deseo de poseer y de destruir la naturaleza en beneficio propio.
Las hermanas ni se poseen ni se violan; simplemente se tienen, escribe Chesterton comentando la actitud ecológica del santo.

Francisco de Asís pobre y libre
Francesc Gamissans