lunes, 29 de marzo de 2010

Secuencia



Se encontraba la Madre dolorosa junto a la cruz, llorando, en que el Hijo moría, suspendido. Con el alma dolida y suspirando, sumida en la tristeza, que traspasa el acero de una espada. Qué afligida y qué triste se encontraba, de pie aquella bendita Madre del Hijo único de Dios. Cuánto se dolía y padecía esa piadosa Madre, contemplando las penas de su Hijo. ¿A qué hombre no va a hacer llorar, el mirar a la Madre de Cristo en un suplicio tan tremendo? ¿Quién es el que no podrá entristecerse de contemplar tan sólo a esta Madre que sufre con su Hijo? Ella vio a Jesús en los tormentos, sometido al flagelo, por cargar los pecados de su pueblo. Y vio cómo muriendo abandonado, aquél, su dulce Hijo, entregaba su espíritu a los hombres.

Madre, fuente de amor, que yo sienta tu dolor, para que llore contigo. Que arda mi corazón en el amor de Cristo, mi Dios, para que pueda agradarle. Madre santa, imprime fuertemente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado. Que yo pueda compartir las penas de tu Hijo, que tanto padeció por mí. Que pueda llorar contigo, condomiéndome de Cristo todo el tiempo de mi vida. Quiero estar a tu lado y asociarme a ti en el llanto, junto a la cruz de tu Hijo. Virgen, la más santa de las vírgenes, no seas dura conmigo: que siempre llore contigo. Que pueda morir con Cristo y participar de su pasión, reviviendo sus dolores. Hiéreme con sus heridas, embriágame con la sangre por él derramada en la cruz. Para que no arda eternamente defiéndeme, Virgen, en el día del juicio.

Jesús, en la hora final, concédeme, por tu madre, la palma de la victoria. Cuando llegue mi muerte, yo te pido, oh Cristo, por tu madre, alcanzar la victoria eterna.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Santa Clara: la ternura de Dios


Es propio de la fe hacernos humildes en los sucesos felices e impasibles en los reveses.

Corramos libres y ligeros, sin carga, detrás de Cristo.

Afrontemos las pruebas no sólo con paciencia y valentía, sino también con alegría.

Mira siempre tu punto de partida, retén lo que tienes, y jamás retrocedas.

Recorramos el camino de Cristo con obediencia, pobreza y humildad, las tres actitudes fundamentales en la contemplación del Crucificado.

Tener un corazón de pobre, significa, ni más ni menos, contar sólo con Dios.

Si lloras con El, con El gozarás.

Cristo se hizo pobre, para que los hombres se hicieran en El ricos por la posesión del reino de los cielos.

Dejemos la riquezas temporales, para que podamos entrar en el reino de los cielos por el camino estrecho y la puerta angosta.

Pensamientos