jueves, 7 de agosto de 2008

Lo que hay que entregar


San Jerónimo fue un personaje interesante. De carácter fuerte, siempre sintió gusto por los extremos. A todo se entregó con pasión. Buen escritor, nos dejó muchos relatos sobre su vida, sus búsquedas y sus luchas. Quizás no todas sean narraciones históricas. Pero tienen todo el sabor de las cosas viejas, que han aguantado los siglos sin perder el brillo.


Había nacido en la parte sur de la antigua Yugoslavia. Y cuando sentía que su temperamento le jugaba una mala pasada, solía decirle a Dios en forma de disculpa:


- ¡Perdoname, Señor, porque soy un dálmata!- aludiendo a la fama de que gozaban las gentes de su pago.


Se dedicó con pasión a los estudios. Pero una crisis violenta le mostró el peligro que corría al estar dedicándose a algo que no lo llevaba por el sendero que lo conducía a Dios. Porque sus estudios de literatura le exigían leer libros que lo apasionaban. Y eran justamente aquéllos que habían escrito los paganos. Sus temáticas lo alejaban de su fe cristiana.

Enfrentó el conflicto interior optando por Dios, y luego de varios intentos diferentes, terminó como monje solitario en las tierras de Belén.


De su estadía allí, él mismo nos narra la siguiente anécdota, que les cuento a mi manera.
Era la tarde del Viernes Santo. Jerónimo meditaba la pasión de Nuestro Señor, con todo el fervor que traía de una cuaresma en la que había prolongado sus ayunos, penitencias y vigilias. Estando en esta situación, tuvo una visión. Vio colgado de la Cruz a Jesús en persona que le decía:


-Mirá Jerónimo dónde estoy y cómo estoy por el amor que te tengo.
¿Qué estarías dispuesto a darme a tu vez como prueba de tu amor?


-¡Señor, te entrego toda mi vida, mis ayunos, oraciones y penitencias!-le respondió el ermitaño.


-Gracias Jerónimo-le dijo Cristo-veo que sos un buen muchacho, y te esforzás en serio. Pero lo que me das, a mí en este momento no me sirve demasiado. Yo estoy necesitando de vos otra cosa. ¿Estás dispuesto a dármela?


Impresionado por este pedido, y sacudido hasta lo más profundo de su ser, Jerónimo prometió darle todo lo que fuera.

-¡Señor, te doy mis nostalgias, todo lo que dejé atrás para seguirte, lo que me duele no tener ya! Te entrego todo lo lindo de mi pasado, que vos sabés que fue mucho.


-¡Gracias, Jerónimo! Insisto en que sos muy generoso. Pero no me entendés. Mirame bien donde estoy, y te vas a dar cuenta de que todo eso que me das, a mí en este momento no me sirve para nada. Lo que estoy necesitando de vos es otra cosa. ¿Me la das?


-¡Señor Jesús, estoy dispuesto a todo! Pero ya no sé qué más puedo darte de lo mío. Decime Vos mismo lo que querés de mí, y te lo daré de todo corazón
.
Y Nuestro Señor le dijo entonces:

-Jerónimo: lo que necesito de vos es que me des tus pecados, para no morirme inútilmente.


Peregrinos del Espíritu
Mamerto Menapace

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