jueves, 7 de agosto de 2008

De un excelente milagro de las llagas de San Francisco



En el reino de Castilla hubo un hombre muy devoto de San Francisco que, al ir a la iglesia de los frailes Menores para oír la oración de la noche, lo asaltaron unos bandidos, y sin ninguna compasión lo hirieron tan cruelmente, que cayó casi muerto a sus pies. Al huir los malhechores, uno de ellos, más cruel, le atravesó un cuchillo por el cuello de modo que no pudo quitárselo, y partieron, dejando al herido y creyéndolo muerto.


Ante el clamor de los vecinos acudió mucha gente, y todos lo lloraron pensando que estaba muerto, sin la menor esperanza de vida. Lo levantaron y llevaron a su casa; y estaban los parientes con los preparativos para la sepultura, cuando los frailes tocaron a la oración de la aurora. Al oír la mujer la campana, acordándose que él acostumbraba ir a rezar a la iglesia de los frailes Menores, estalló en un doloroso llanto y decía:


-¡Ay de mí, Señor mío! ¿Dónde está ahora tu fervor y tu devoción? ¡Levántate y ve a la oración, que te llama la campana!


El oyó este llanto, y hacía señas con las manos para que le quitasen el cuchillo, que no lo dejaba hablar, e inmediatamente, ante la vista de todos, le fue quitado rápidamente sin saber por quién, y de repente se levantó completamente sano y dijo:


-Oigan parientes y amigos míos queridos, y miren el admirable poder de San Francisco, de quien fui siempre devoto, y que ahora mismo está saliendo de aquí. Vino con sus santísimas llagas y puso las manos sobre mis heridas; con el olor y la suavidad de las llagas me confortó y me sanó perfectamente. Cuando les indicaba que me quitasen el cuchillo de la garganta, porque no podía hablar, él lo tomó y me lo quitó sin ningún dolor y luego frotó la herida con su mano y me dejó sano como ustedes ven.


En alabanza de Cristo. Amén.


Florecillas de San Francisco de Asís

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