viernes, 22 de agosto de 2008

Juan Pablo II y María


Totus Tuus


En latín,Todo Tuyo. Con este lema, Juan Pablo II consagró su pontificado a María, como intercesora permanente de toda su obra que marcó sus más de 26 años como pastor de la Iglesia Universal.

Con esta consagración al cuidado maternal de la madre del Señor, el Papa la situó dentro de la fe como modelo de vida para la Iglesia y todos los cristianos.


Ciertamente, esta presencia lo urgió, tal como al apóstol Pablo, a no dejar de misionar. Decidió, entonces, recorrer el mundo, como una manera de manifestar ese ímpetu y convencido de que acercaría al Señor, a quienes esperaban palabras de esperanza o, simplemente, no lo conocían.
Ese mismo mundo, que compartió desde joven en su sufrida tierra natal de Polonia, inspiró su mensaje llenándolo de esperanza.


Con la inspiración de María, también luchó por la unidad y la reconciliación de los cristianos del mundo, y amó a los jóvenes con quienes se reunió en numerosas oportunidades, en sus Jornadas Mundiales. Para Juan Pablo II, ellos representaban el futuro de la Iglesia y del mundo, por eso, los invitó a hacer vida las palabras de la Buena Noticia.


La protección de María, consagrada en este Totus Tuus, lo llevó a vivir, con la fuerza del testimonio, la experiencia del dolor. Desde el atentado a su vida en 1981, pasando por accidentes, enfermedades, y hasta los últimos momentos de su estadía terrena, el Papa supo decirle al mundo que el dolor tiene sentido cuando se experimenta desde la fe y que no es impedimento para anunciar el Evangelio.

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