viernes, 15 de agosto de 2008

Carta del papa Juan Pablo II a los niños en el año de la familia


¡Alabad el nombre del Señor! Los niños de todos los continentes, en la noche de Belén, miran con fe al Niño recién nacido y viven la gran alegría de la Navidad.


Cantando en sus lenguas, alaban el nombre del Señor. De este modo se difunde por toda la tierra la sugestiva melodía de la Navidad. Son palabras tiernas y conmovedoras que resuenan en todas las lenguas humanas; es como un canto festivo que se eleva por toda la tierra y se une al de los ángeles, mensajeros de la gloria de Dios, sobre el portal de Belén: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes El se complace” (Lc 2,14).


El Hijo predilecto de Dios se presenta entre nosotros como un recién nacido; en torno a El los niños de todas las naciones de la tierra sienten sobre sí mismos la mirada amorosa del Padre celestial y se alegran porque Dios los ama. El hombre no puede vivir sin amor. Está llamado a amar a Dios y al prójimo, pero para amar verdaderamente debe tener la certeza de que Dios lo quiere.

Que este amor se extienda después a toda la comunidad, mejor aún, a todo el mundo gracias a vosotros, queridos muchachos y niños. Así el amor llegará a quienes más lo necesiten, en especial a los que sufren y a los abandonados. ¿Qué alegría es mayor que el amor? ¿Qué alegría es más grande que la que tú, Jesús, pones en el corazón de los niños en Navidad?



¡ Levanta tu mano, divino Niño,
y bendice a estos pequeños amigos tuyos,
bendice a los niños de toda la tierra !




Vaticano, 13 de diciembre de 1994
Juan Pablo II

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