martes, 21 de octubre de 2008

La cruz


¿Sabes, amigo, por qué a veces, nuestra cruz resulta intolerable? ¿Por qué es un enigma incomprensible y desconcertante?
¿Sabes por qué llega a convertirse en desesperación y suicidio?

Porque entonces nuestra cruz es una cruz sola, una cruz sin Cristo.
Y una cruz así, sola y vacía, es inaguantable. La cruz solamente se puede tolerar cuando lleva un Cristo entre sus brazos. Una cruz laica; sin sangre ni amor de Dios, es absurdo aguantarla. No tiene sentido.

Por eso se me ocurre una idea: yo tengo un Cristo sin cruz. Míralo.
Y tú tienes tal vez una cruz sin Cristo. Esa que tú sabes.

Los dos están incompletos.
Mi Cristo no descansa porque falta su cruz. Tú no resistes tu cruz, porque te falta Cristo.
Un Cristo sin cruz.
Una cruz sin Cristo.

¿Por qué no los juntamos? Y los completamos.

¿Por qué no le das tu cruz vacía a Cristo?
Saldremos todos ganando. Ya lo verás.

Tú tienes una cruz sola, vacía, helada, negra, pavorosa, sin sentido: una cruz sin Cristo.

Te comprendo: sufrir así es irracional.
No me explico cómo has podido tolerarla tanto tiempo.
Una cruz despojada de Cristo, es un castigo, un puro instrumento de tortura, el principio lógico de la desesperación.

Tienes el remedio en tus manos: no sufras más solo.

Anda, dame esa cruz tuya, vacía y sola.
Yo te doy a cambio este Cristo Roto, sin reposo y sin cruz.

Dale tu cruz.
Toma mi Cristo.
Júntalos. Clávalos. Abrázalos. Bésalos.
Y todo habrá cambiado.

Mi Cristo Roto descansa en tu cruz. Tu cruz se ablanda y suaviza con mi Cristo en ella.

Sobre lo que era un garabato incomprensible de sufrimientos, está la Sangre, la Paciencia, la Sabiduría, la Paz, la Redención, el Amor.

Tu cruz, ya no es tu cruz solamente; es también y al mismo tiempo, la cruz de Cristo.
Anda, toma tu cruz, amigo; tu cruz con Cristo.

Ya no sufrirás solo.
La llevarán entre los dos: que es repartir el peso.

Y acabarás, supremo hallazgo, puesto que en ella está Cristo, por abrazar y amar tu cruz.

Ramón Cue
Mi Cristo Roto

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