martes, 7 de octubre de 2008

Alegría


Una vez Francisco y el hermano León fueron juntos a Siena. Francisco estaba triste porque la gente se había mostrado muy poco cortés con ellos.

Entonces empezó a pensar en su querida Asís, donde estaban sus hermanos espirituales y Clara, su querida hija en el Señor. El sabía cuánto amaba ella la santa pobreza, hasta el punto de temer que se enfermara.

Abrumado por estos pensamientos, sintió que no podía seguir adelante y, con su compañero, se detuvieron en un lugar donde el camino conducía hacia el campo. Entonces se dirigieron a un pozo donde por un largo rato Francisco permaneció mirando el agua.

Luego, levantó la cabeza y, lleno de alegría, le dijo al hermano León: “Hermano León, corderito de Dios, ¿sabes qué estaba mirando en el agua del pozo?”

El hermano León respondió: “La luna que se refleja en ella.”
“No, hermano León, no estaba mirando a la hermana Luna, sino el verdadero rostro de nuestra hermana Clara, por la misericordia de Dios. Su renuncia a todo es tan pura y llena de santa alegría, que mis temores desaparecieron. Ahora sé que esa alegría perfecta la recibió de Dios. Ella es el fruto del don abundante de la santa pobreza.”

De una leyenda popular franciscana

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