miércoles, 19 de noviembre de 2008

Tu mano izquierda


Estoy pensando, Cristo mío Roto, que en la tarde del Primer Viernes Santo, cuando los hombres te clavaron en la Cruz y se alzó en la historia el primer Crucifijo Vivo, junto a Ti, a ambos lados, izquierda y derecha, se alzaron otros dos crucifijos vivos, de carne, también, los dos ladrones.

Eran ladrones, pero Tú los querías y los habías perseguido toda su vida con tu mano derecha. Inútil. Se te escapaban siempre.
Entonces decidiste emplear tu izquierda, que disfrazaste en forma de cruz.

Y éste es el disfraz primitivo y verdadero de tu mano izquierda: la Cruz.
El accidente de trabajo, el choque de automóvil, el fracaso, el cáncer…-¡tu mano izquierda!-¿no siguen siendo cruces en las que nos crucifica el dolor?

A los dos ladrones les hiciste el regalo supremo de tu Cruz: de tu mano izquierda. Y colocaste sus cruces a tu lado, haciendo juego con tu cruz, para que con sólo volver la cabeza aprendieran de Ti a besar la mano izquierda del Padre.

Uno- dicen que el de la derecha-, después de haber rechazado tantas veces en vida tu mano derecha, aceptó la cruz de tu izquierda y por la izquierda saltó al Reino de los Cielos: “Hoy estarás Conmigo en el Paraíso”.
Pero el otro- dicen que el de la izquierda-, acostumbrado a rechazar siempre tu mano, no supo distinguir la última oportunidad y entrenado rabiosamente en rebeldía, rechazó también tu izquierda: “Si tú eres Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”.

Hizo fracasar tus dos manos, la izquierda y la derecha. Se retorcía desesperado y blasfemante en la más espantosa de las agonías, tan cerca de tus manos, abiertas hasta descoyuntarse para salvarlo y que empezaban ya a enfriarse en la Cruz por la muerte y el fracaso.

Lo quisiste abrazar con tu izquierda y tu derecha.
Pero te quedaste para siempre con el abrazo frustrado entre tus manos burladas.

Y eso que lo colocaste al lado de tu Corazón: a tu izquierda.
La izquierda está más cerca de tu Corazón que la mano derecha.
Naturalmente: porque sólo usas la izquierda con aquellos que misteriosa y privilegiadamente ama tu Corazón.

Pero, claro, como todo es cuestión de amor, también, recíprocamente, para aceptar la cruz implacable de tu izquierda hay que tener corazón.
Porque también los hombres tenemos en nuestra mano el hacer fracasar la mano izquierda de Dios.


Mi Cristo Roto
Ramón Cue

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