miércoles, 19 de noviembre de 2008

Bautismo


Soy un muchachito perfectamente formado ya, y mis ojos, que no han visto ni verán el mundo, ya pueden llorar.
Y lloro, durante un largo rato, a la par de mi ángel, por todo lo que pierdo a causa del egoísmo de los hombres que no tienen confianza en Dios.

¡Ay, qué dolor horrendo! Me han triturado la cabeza con unos fierros, unas tenazas diabólicas y mi cuerpo es arrastrado y sale al mundo palpitante y sangriento.
Todavía estoy vivo, tendido en una mesa blanca. Mi cuerpo no es más que una masa de sangre que agoniza.

Me examinan, conversan en voz baja y a ninguno de esos malvados que hablan de mí se les ocurre bautizarme. Todavía podrían ganarme el cielo y ganarse un abogado en el cielo. Hay allí al alcance de la mano de cualquiera de los que me miran, un vaso de agua con el que podrían darme la visión de Dios.
Pero no se les ocurre. Piensan que es un fastidio que ese amasijo de carnes laceradas por sus tenazas diabólicas continúe vivo y haya que matarlo otra vez.
¡Malvados! Dentro de medio minuto habré muerto. ¡Yo no veré a Dios!

En ese momento se produce el milagro más grande que yo podría imaginar.
Absalón, mi ángel, con el permiso de Dios que acoge mi ardiente deseo de ser bautizado, se ha revestido de aparente carne mortal. Ha penetrado en la sala de operaciones, como si fuera uno de los practicantes, ha tomado ese vaso de agua que yo había visto y lo ha entregado a otro de los practicantes vestidos de blanco, diciéndole:-Usted que sabe la fórmula, bautícelo.
Un ángel no puede bautizar. Tiene que hacerlo un ser humano.

El otro, sorprendido pero halagado de escuchar lo que le acaban de decir, se me acerca con el agua de vida y me bautiza mojándome la dolorida cabecita: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Esa agua prodigiosa me llega en el último instante de mi vida mortal, que es el primero de mi vida sobrenatural. No seré sacerdote, pero soy ya un angelito que penetra en la visión de Dios.

¡Gracias, mi Señor y mi Dios! Mi alma voló al cielo y mi pequeño cuerpo, todo ensangrentado fue al crematorio. Hasta el día de la resurrección de los muertos.

Autobiografía del hijito que no nació
Hugo Wast

1 comentario:

Unknown dijo...

TÍA!!!! QUÉ HERMOSO QUE ESTÁ EL BLOG!!!!!
QUE LA LECTURA DE TODOS ESTOS TEXTOS MUEVA EL CORAZÓN DE LOS LECTORES Y LES AUMENTE LA FÉ!! TAL COMO ME PASÓ A MI con varios de los textos que leí!!
GRACIAS TÍA QUERIDA POR ALIMENTAR MI FÉ CON TU EJEMPLO Y DEVOCIÓN!!
TE QUIERO MUCHO!!!!!!!
LA FLORIPI