Durante una de las permanencias del bienaventurado Francisco junto a la iglesia de la Porciúncula, volvía un varón espiritual de pedir limosna en Asís.
Al llegar cerca de la iglesia, empezó a alabar a Dios en alta voz y con gran alegría.
Al oírlo, el bienaventurado Francisco salió de la casa, corrió hacia él con gran alborozo y lo besó en el hombro del que colgaba la alforja de las limosnas.
Luego, le arrebató la alforja y, cargándosela, la llevó a la casa de los hermanos y dijo ante ellos:
"Así quiero ver a mi hermano al ir por limosna y al regresar con ella: contento y alegre.”
Leyenda de Perusa, 98
El mensaje de Francisco de Asís
Al llegar cerca de la iglesia, empezó a alabar a Dios en alta voz y con gran alegría.
Al oírlo, el bienaventurado Francisco salió de la casa, corrió hacia él con gran alborozo y lo besó en el hombro del que colgaba la alforja de las limosnas.
Luego, le arrebató la alforja y, cargándosela, la llevó a la casa de los hermanos y dijo ante ellos:
"Así quiero ver a mi hermano al ir por limosna y al regresar con ella: contento y alegre.”
Leyenda de Perusa, 98
El mensaje de Francisco de Asís
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