Dios altísimo y gloriosísimo,
ven a iluminar las tinieblas de mi corazón,
dame una fe recta,
una esperanza sólida,
y una perfecta caridad.
Concédeme sentir y conocer,
para poder cumplirla,
tu Santa Voluntad
"Tan sólo después de que el Señor ha nacido para nosotros, hemos podido ser salvados". (San Francisco)
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