martes, 10 de noviembre de 2009
Cuajada y fermento
domingo, 8 de noviembre de 2009
El científico y la rosa
jueves, 15 de octubre de 2009
María Madre
Imágenes de María embarazada
María embarazada
sábado, 10 de octubre de 2009
Dios quería y quiere nuestro amor
jueves, 8 de octubre de 2009
Virgen del Perpetuo Socorro
miércoles, 7 de octubre de 2009
Virgen Odigítria
¿Quién lo reconoció y quién no?
El buey y el asno conocen a su Señor
martes, 6 de octubre de 2009
El icono de la Trinidad
lunes, 5 de octubre de 2009
Nuestra Señora del Signo
sábado, 3 de octubre de 2009
La piedra mágica
jueves, 1 de octubre de 2009
Nuestra Señora de la Ternura
Recibir luz y dar luz
jueves, 24 de septiembre de 2009
¿Qué hemos de traerte?
Un himno litúrgico de la Iglesia oriental se dedica al mismo tema pero le da mayor profundidad. Dice el himno: "¿Qué hemos de ofrecerte, oh Cristo, que por nosotros has nacido hombre en esta tierra? Cada una de las criaturas, obra tuya, te trae en realidad el testimonio de su gratitud: los ángeles , su amor; el cielo la estrella; los sabios, sus dones; los pastores, su asombro; la tierra, la gruta; el desierto, el pesebre. Pero nosotros, los hombres, te traemos, una Madre Virgen".
María es el regalo de los hombres a Cristo. Pero eso significa al mismo tiempo que el Señor no quiere de los hombres "algo", sino al hombre mismo. Dios no quiere que le demos porcentajes, sino nuestro corazón, nuestro ser. El quiere nuestra fe y, a partir de la fe, la vida; después, de la vida, aquellos dones de los que hablará en el juicio final: alimento y vestidos para los pobres, compasión y amor compartido, la palabra de consuelo y la compañía para los perseguidos, los encarcelados, los abandonados y los perdidos.
jueves, 3 de septiembre de 2009
Un drama que se repite siempre
En el silencio, aprender a escuchar
viernes, 21 de agosto de 2009
El árbol de la Vida
domingo, 9 de agosto de 2009
Plegaria de un sacerdote
Haz que yo sea el pastor que salva las ovejas aprisionadas entre zarzarles; el pescador que, a Tu mandato, aun después del trabajo infructuoso de largas noches, hecha nuevamente su red con confianza. Haz que sea yo el imán capaz de atraer a cuantos se aproximen a mi círculo de acción.
Sea yo el obrero que recoge la mies, aquella de la que Tú dijiste: “La mies es mucha y los obreros pocos”.
Que sea yo chispa de fuego que sepa propagar el que Tú trajiste al mundo y lo encienda en el alma de cuantos encuentre por el camino.
Concédeme que, al entrar en la escuela, descubra en los ojos de los niños todo el tesoro de sus almas, y que sientan como si Tú mismo te acercaras a ellos.
Que al sentarme en el confesionario y abrir ante mí los hombres su vida más oculta, sus obras cubiertas por el velo del secreto, aquellas que quisieran ocultar, no sólo a los amigos y a los padres, sino a sí mismos y a Dios, pero que allí descubren con sinceridad admirable, sea yo entonces consejero, consuelo, amigo, médico, padre espiritual de tantas almas pecadoras que sufren, que se revuelven en miserias.
Que al dirigirme, con Tu Cuerpo Sacratísimo en mi mano, al agonizante, tenga yo arrestos para ayudarle a levantar su vista quebrantada hasta el cielo. Que pueda sufrir con los que sufren, alegrarme con los que se alegran, serlo todo para todos, y que el fuego sagrado que arde ahora en mi alma, no pierda nunca su intensidad…
Es lo que te suplico, Señor.
Y aun te pido algo más: la virtud de no esperar por esas cosas el aplauso de los hombres, un galardón terreno.
Sino que al entrar, cansado por el trabajo del día, en el silencio de mi cuarto, donde no me aguarda nadie para distraerme, y al postrarme de hinojos en el reclinatorio, a los pies del crucifijo, vea en Tu rostro vuelto hacia mí y en Tus dulces ojos, todo mi consuelo, mi fuerza, mi felicidad, mi galardón….
TIHAMER TOTH
Obispo de Verszprem (Hungría)
1890-1940
Adhesión del Instituto Hugo Wast al Año Sacerdotal
En 1968 un grupo de personalidades argentinas, entre otros Juan Carlos Moreno, el padre Guillermo Furlong SJ, Juan Bautista Magaldi, Oscar Ivanissevich, José Arce, Enrique Mario Mayochi y Alberto Ezcurra Medrano, fundaron el Instituto Hugo Wast, una entidad civil que tiene el propósito de perpetuar la memoria y la obra del gran novelista y político católico argentino, cuyo verdadero nombre era Gustavo Martínez Zuviría (1883-1963). En 1943 Martínez Zuviría fue ministro de Justicia y Educación Pública, cargo que aceptó con la condición de que se introdujera la enseñanza religiosa en todas las escuelas.
Entre el cúmulo de novelas y otros escritos salidos de la fértil pluma de Hugo Wast, se halla una bella y delicada perla literaria, titulada “Cuando se piensa…”, dedicada a la dignidad e importancia de los sacerdotes, que en su momento fue publicada en numerosas revistas, boletines parroquiales y hojas, y distribuida en incontables ejemplares.
Con el propósito de colaborar en la reflexión sobre el sacerdocio católico, y al mismo tiempo expresar su adhesión a la celebración del Año Sacerdotal establecido por el papa Benedicto XVI, el Instituto Hugo Wast ha enviado a AICA ese texto para que sea difundido entre sus abonados y se reproduzca libremente para conocimiento de los fieles del país y del exterior.
Lo consignamos a continuación:
CUANDO SE PIENSA...(por Hugo Wast)
Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote.
Cuando se piensa que ni los ángeles ni los arcángeles, ni Miguel ni Gabriel ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote.
Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo en la última Cena realizó un milagro más grande que la creación del Universo con todos sus esplendores y fue el convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote.
Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario, Dios obligado por su propia palabra, lo ata en el cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios.
Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar.
Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino.
Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos.
Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él.
Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios.
Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales.
Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal.
Uno comprende el inmenso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se refleja en las leyes.
Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación.
Uno comprende que provocar una apostasía es ser como Judas y vender a Cristo de nuevo.
Uno comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal de un hijo, es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable.
Uno comprende que más que una Iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario o un noviciado.
Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario o un noviciado es multiplicar los nacimientos del Redentor.
Uno comprende que dar para costear los estudios de un joven seminarista o de un novicio, es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las dignidades de la tierra y que todos los santos del cielo, pues será Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre, para alimentar al mundo.+ (AICA).
domingo, 7 de junio de 2009
Arte sacro
El arte sacro está destinado al culto religioso. Busca generar, en las personas, un acercamiento a DIOS.
Entiendo que el arte sacro religioso debe “respetar el sentido y la esencia de lo religioso”.
Cristo nació y se hizo hombre para todos los hombres de todos los tiempos y de todas las regiones
Cristo nació en un entorno humilde porque sus riquezas no eran las materiales y su Reino no era de este mundo.
Estos valores deben ser respetados en toda expresión artística que represente ese maravilloso misterio del Nacimiento de Jesús.
Entiendo que el arte puede reflejar lo esencial variando lo accesorio. Creo que se puede vestir a las figuras de María, el Niño y José como gauchos o como coyas, pero esto no altera lo esencial. Cristo nació para todos y aunque nació en un lugar y usó un tipo de vestimenta, pudo haber nacido en cualquier otro lugar y con cualquier otra vestimenta. Lo esencial no cambia por la vestimenta. Es más, probablemente las comunidades vean reforzado el mensaje, al ver en ese arte, a la Sagrada Familia vestida como ellas mismas se visten, son “su” Sagrada Familia, que ese Nacimiento los incluye a “ellos” también.
El arte puede representar el lugar del Nacimiento del Señor con una choza, una cueva, un ranchito o un iglú, sin alterar el mensaje de que Cristo nació en un lugar muy humilde. Ese arte trasmite, a cualquier cultura o a cualquier persona, el mismo mensaje. Contrariamente, entiendo que el arte no respeta las pautas sacro religiosas si el Nacimiento se lo representa en un palacio o en un moderno y lujoso apartamento porque estaría negándolas.
El arte puede representar la belleza física y espiritual de la Sagrada Familia y entonces las imágenes de la Sagrada Familia ser representadas por lo que cada artista entienda que es la belleza, independientemente del color de piel, pelo, ojos, altura, etc. Todo ser humano es lindo a los ojos de Dios independientemente de si es rubio o moreno, si es alto o bajo, si su piel es oscura o blanca. Por el contrario entiendo que no se respeta las pautas sacro religiosas si representamos a la Sagrada Familia con formas no humanas (por ejemplo con animales) dado que lo esencial es que Cristo se hizo HOMBRE para los hombres.
El arte moviliza los sentimientos de las personas. Genera en aquellos que lo ven, emociones y reacciones, que varían de persona a persona. Está en la calidad del artista lograr el despertar de esas emociones. Al referirnos al arte sacro religioso estamos refiriéndonos a ese arte que intenta despertar los sentimientos y emociones del hombre en lo referente a lo divino. Las imágenes que cumplen las pautas del arte sacro, siempre manifiestan la cultura de cada comunidad de personas que comparten un credo, pero respetando su cultura, no se alejan del credo.
Guardini en su obra “La esencia de la obra de arte” dice que el arte profano y el religioso comparten un eje común. Ambas nacen del corazón del artista. Sin embargo se diferencian al reconocer que el arte sagrado tiene un contenido basado en la Fe y en la liturgia, que no puede ser omitido o ignorado.
¡Gloria y Paz!
Mercedes González Echeverría
sábado, 6 de junio de 2009
La Santa Cuna
Debajo del altar mayor de la basílica hay una pequeña cripta en la que se guarda y venera la santa cuna o pesebre en el que María colocó a Jesús después del nacimiento.
No sabemos con seguridad si la reliquia es auténtica, o es un piadoso signo; pero de todos modos los numerosos visitantes que llegan a la basílica se encaminan hacia la santa cuna y la veneran con emoción. La tradición e imaginería del pesebre tienen su origen en el texto de
Is. 1,3: “El buey conoce a su dueño y el burro el establo de su amo; pero Israel no me conoce, mi pueblo no comprende”.
A esta afirmación dolida de Isaías hace eco el evangelio de Juan cuando dice: Jn 1,11 “Vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron”.
El pesebre es al mismo tiempo el signo del máximo acercamiento de Dios al hombre, y del desconocimiento de esta donación divina por parte del hombre; el pesebre es un preludio de la cruz: él vino a los suyos, pero ellos o no lo conocieron, o lo crucificaron.
El Hijo de Dios vino al mundo y “puso su morada entre nosotros” (Jn:1, 14); la primera morada del Dios encarnado fue, después del vientre de María, el pesebre de Belén; en ese pesebre Jesús vivió los primeros momentos de su vida terrena y experimentó las inclemencias del mundo creado.
Sus primeros acompañantes fueron, después de María y José, el buey y el burro (de acuerdo con la imaginería tradicional), los pastores, los pobres.
El Hijo de Dios no nació en un espléndido palacio ni fue colocado en una cuna de oro, como los príncipes, sino en un pesebre. El que era rico con“se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza" (2 Cor 8, 9).
En el lugar donde estuvo el pesebre, situado en la Basílica de la Natividad (Belén), hay una estrella, y cerca de ella un letrero donde se lee:
AQUI NACIO JESUS
La luz de Dios ha irradiado desde el pesebre de Belén; podemos decir que el “sol de justicia” nació en ese lugar, hizo su recorrido por el mundo, nos iluminó con su presencia y su palabra, tuvo su ocaso en la muerte en cruz y se hundió en el sepulcro.
Pero volvió a brillar con mayor resplandor en la resurrección; “la luz del mundo”.
Se aproxima una vez más la fiesta de Navidad; ya podemos observar que las vitrinas de los almacenes comienzan a engalanarse con las luces y adornos navideños; desafortunadamente todo esto está motivado por el afán comercial y la sociedad de consumo.
La liturgia nos invitará a vivir en actitud de espera y de preparación espiritual; veremos las iglesias adornadas con luces y motivos navideños, y veremos los pesebres que representan en forma figurada y artística el misterio que celebramos: el nacimiento de Jesús en el pesebre de Belén.
San Francisco de Asís tuvo la feliz idea de representar en un escenario el nacimiento de Jesús con variedad de paisajes y figuras; así nació el pesebre que conocemos; el primero se encuentra en la basílica de los santos Cosme y Damián, situada en una de las vías de Roma.
Podemos comenzar a preparar el pesebre; comencemos a limpiar las figuras de José y de María, los pastores, las ovejas, los Reyes magos, y todas las demás figuritas que solemos colocar en el escenario de la Navidad; comencemos a idear la forma que le daremos al pesebre este año; sin dañar los árboles y la vegetación , tratemos de poner un poco de verdor en torno a la cuna de Jesús. Y sobre todo pensemos en la forma en que vamos a iluminar el pesebre.
Todo esto forma parte de nuestras tradiciones y de nuestro folclore.
Como María que preparó su vientre bendito y su corazón materno para recibir a Jesús y conservar en él todas sus palabras, preparémonos también nosotros para recibir en el corazón a aquel que vino a buscar y salvar lo que estaba perdido, y a hacernos hijos e hijas de un mismo Padre, el de los cielos.
Sólo así tendrá sentido el hacer el pesebre y celebrar la Navidad.
Alguien ha dicho:
“Si Jesús nace en tu corazón, siempre habrá Navidad”
P. Amadeo Pedroza Pedroza c.j.m
viernes, 5 de junio de 2009
La muerte de los pesebres
Este modo de ser es un instinto, que se defiende y perdura, una manera de sobrevivir con su personalidad propia y produce un equilibrio en las ideas y una armonía espiritual, de que carecen los pueblos abiertos a todos los vientos de afuera. Ninguna tradición de un pueblo por mínima que parezca, deja de ser una porción preciosa de su persona, que debemos conservar si no es injusta o dañina. Especialmente aquellas que datan de siglos y que han brotado del fondo de su religión y de su historia nacional. Hacemos estas consideraciones porque nos apena ver cómo van desapareciendo de nuestro pueblo algunas formas espirituales hermosísimas y de la mejor estirpe, suplantadas por otras advenedizas y hasta de un espíritu contrario al nuestro. Antaño nuestros hogares festejaban la Navidad erigiendo en cada casa un Nacimiento o Pesebre que durante semanas, antes y después de la sagrada fecha, era una diversión para los grandes y una ilusión para los niños.
Las imaginaciones infantiles tenían en aquellas múltiples estatuitas un alimento sustancial, desde el Padre Eterno y la Paloma del Espíritu y los Reyes Magos, a quienes guiaba la estrella de Belén, hasta el buey y el burrito que prestaban su amoroso calor al divino Infante.
Era la suma de la Historia Sagrada pues contenía lo más luminoso del Credo católico, la Trinidad, la Encarnación, la Virginidad de la Madre de Dios, la comunión de los santos, la gloria del reino... ¿Podría inventarse nada más adecuado para solemnizar el nacimiento del Niño Dios que un pesebre, construido o completado en cada casa, y en el que trabajan todos, grandes y chicos, los grandes construyendo la armazón con telas engomadas, y pintadas; los chicos sembrando trigo o alpiste en macetas con tiempo para que estuviera nacido en Navidad e invirtiendo los ahorritos de todo el año en comprar animalitos o pastores para aumentar su población, creciente cada año? Ahora, da pena y vergüenza decirlo, el Pesebre o Nacimiento que era una de las más bonitas tradiciones de nuestro pueblo, va siendo suplantado por el árbol de Navidad.
Estamos seguros de que si a un niño le dan a elegir entre un pesebre o un árbol de Navidad, preferirá el pesebre, porque habla más y mejor de su fantasía. El árbol de Navidad es, para nosotros los argentinos, algo exótico, fuera de nuestras creencias y de nuestra geografía. No conocemos nieve en diciembre, y el pino está muy lejos de ser un árbol criollo.
¿Qué puede decirle a un niño ese árbol extranjero, mechado de copitos de algodón, que simulan una nieve anacrónica? ¿Dónde está la Virgen, dónde San José, dónde los Reyes, dónde el Niño Dios? ¿Y cómo podemos festejar la Navidad sin ellos, que son los protagonistas de la fiesta?
No queremos pensar que el árbol de Navidad se haya puesto de moda y esté desterrando al clásico pesebre, precisamente porque haya quienes quieren desterrar de nuestros hogares al niño Dios y a la Virgen y hacer olvidar que la Navidad es la fiesta católica por excelencia. Preferimos creer que los que desairan al Pesebre y adoptan al árbol de Navidad, lo hacen por seguir una moda cuya oscura intención no han advertido.
Es tiempo de reaccionar contra estas tendencias que van borrando las características más puras de nuestro pueblo e infiltrándonos un espíritu contrario a la tradición.
Gustavo Martínez Zuviría (1956)